Cabildo

Mayo, el mes de las cruces

José María Pinilla
José María Pinilla
29/04/2024

Hay quien afirma que la tradición de reunirse, llegado mayo, alrededor de una cruz con carácter jubiloso –no con espíritu penitencial o expiatorio, subrayen este concepto– se remonta a la Reconquista, cuando de esta manera se festejaba una victoria sobre los musulmanes. Por su lado, otros estudiosos van más lejos en el tiempo y rastrean su origen en ritos paganos anteriores relacionados con el culto a la naturaleza y, más concretamente, a los árboles. En cuanto a por qué en este mes, hay que recordar que la fiesta litúrgica de la Invención (léase Hallazgo) de la Santa Cruz por Santa Elena se fijó en el calendario el 3 de mayo, aunque la reforma del Concilio Vaticano II la llevó al actual 14 de septiembre. Los que defienden las raíces precristianas sostienen que esta época del año de forma ancestral era el tiempo de exaltación de la vida y de la exuberancia de la naturaleza.

Sea como fuere, tenemos constancia de que estas celebraciones, con el transcurrir de los siglos, acabaron adquiriendo un cariz popular que se haría identitario en el sur peninsular. De esta guisa, en tales ocasiones se convocaba a los vecinos en espacios públicos o corrales comunitarios ante cruces, ya fueran efímeras o permanentes, adornadas para la ocasión con la intención de convivir, comer y beber, cantar y bailar. No deja de ser curioso este aspecto jovial y desenfadado, que resulta en apariencia contradictorio con el respeto y la solemnidad que se le presupone al creyente ante el instrumento de la muerte de Jesucristo. Esta situación llegó en su día a poner en su contra a la jerarquía eclesiástica, poco amiga de los excesos en los actos de esencia –al menos en su génesis– religiosa.

Asentada la celebración, no pocos testimonios literarios, musicales y hasta cinematográficos ponen de relevancia el peso que llegó a adquirir en muchas localidades andaluzas. Sírvanos de ejemplo la conocida composición del muy cofrade Manuel Font de Anta con letra del Salvador Valverde, escrita al comienzo de los felices veinte y sobre la cual se rodó más tarde una película costumbrista a mayor gloria de Gracia de Triana. Sin embargo, a diferencia de otras poblaciones, en nuestra ciudad fue perdiendo de forma paulatina su importancia hasta que en épocas recientes se ha revitalizado gracias a asociaciones de vecinos y, fundamentalmente, a las hermandades, que ven un medio de fomentar la convivencia de hermanos y devotos.

El inevitable carácter procesional ligado a nuestras principales celebraciones religiosas –es lo que nos gusta y no tiene sentido negarlo– ha llevado a que, además de recuperar la concurrencia de hermanos y vecinos en patios y plazas, las cruces de mayo hayan derivado en cantera de jóvenes costaleros, que en pequeñas andas emulan los pasos de los mayores. Eso sí, al menos en opinión de quien firma, las organizadas por las hermandades han perdido la ingenua espontaneidad de las hechas por niños con una mesa y cuatro flores de papel bajo dos listones perpendiculares. Por fortuna, a veces aún nos sacan una sonrisa cuando las vemos en las aceras, a pesar de que es un fenómeno en vías de extinción. Hagamos por conservarlo, que es una seña muy nuestra.

Dejamos para el final alguna fiesta paralela a las cruces, como son las mayas, populares en localidades como Carmona. De esta tradición hay referencias ya en la época de Alfonso X, y en su origen era la fiesta de los jóvenes enamorados, que obsequiaban con flores a sus amadas. Parece ser que en su día se designaba como la Maya a una niña, que ejercía de reina de la primavera, se adornaba de flores y un simpático cortejo de niños pedía una moneda para ella. Con el tiempo, fue sustituida por una ilustración de la Virgen, mas nunca se desposeyó de su espíritu infantil. Aunque languideció en algunas épocas, en los años setenta del pasado siglo se recuperó la costumbre y en la actualidad hay un concurso de mayas y de pasitos con la cruz. Buen pretexto será éste para acercarnos a la histórica villa y echar un día de lo más entrañable.