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La montaña rusa de Duane da Rocha

La nadadora malagueña ha anunciado su despedida de la competición tras una década en la élite y una carrera marcada por la volatilidad emocional

Redacción
Redacción
15/03/2019

Echarse al agua a una hora en la que todavía es de noche. Sea invierno o verano, los entrenamientos abarcan casi más horas de las que tiene el reloj. La preparación física en la natación exige como no hay otro deporte de alta competición. Interminables sesiones dentro del agua, brazada a brazada, luchando contra uno mismo más que contra el rival. La marca, mejorarla, siempre colea en el horizonte.

El extraordinario esfuerzo y la eterna renuncia pueden pasar factura a la psique. Todavía un tabú, hay quien da la voz de alarma. Ha sido el caso de la nadadora malagueña Duane da Rocha, que anunció su retirada de las piscinas a principios de este año tras no encontrar la motivación suficiente para preparar los Juegos de Tokio de 2020.

El deporte de alta competición ha de acometerse con equilibrio. La primera torcedura la notó Da Rocha antes de los Juegos de Río. Algo no se deslizaba con fluidez en la cabeza. De por medio había problemas sentimentales, pero a Brasil, a su país de nacimiento, llegó en la plenitud de su carrera, en lo físico y en la trayectoria. Las marcas cumplían lo esperado. Con la experiencia de los Juegos de Londres y engalanada de medallas europeas y mundiales, afrontaba la cita única.

Era su momento, pero perdió la ilusión. Las piscinas se hicieron interminable. En aquella cita olímpica su papel fue más que discreto. El médico le diagnóstico depresión. Sabía el problema, ahora quedaba la cura.

En un principio, poco ayudó la incomprensión que recibió de su entonces club de Barcelona. La invitaron a dejar de competir y dedicarse a ser monitora. Da Rocha se lo pensó, pero dijo que no. Volvió a su casa, Málaga, donde había desarrollado casi toda su carrera, para ponerse de nuevo a las órdenes de su mentor, Xavi Casademont. Y le costó. Durante un tiempo, la nadadora sólo veía la natación como el origen de todos los males.

El recelo apenas duró unos meses. Creyó, se entrenó, creyó más y el año pasado se colgó dos medallas de oro en los Nacionales, competición en que ha dominado con jerarquía la modalidad de la espalda más de una década. Su nombre brilla en el palmarés además por su condición de plusmarquista nacional.

Da Rocha aprovechó la estela y conquistó un nuevo metal en los Juegos del Mediterráneo de Tarragona. La carrera había vuelto. Llegó incluso la oferta del Club Bidasoa XXI, una oportunidad para prepararse para Tokio 2020, no obstante la malagueña notó que algo no podía seguir siendo en la alta competición. Ya no podía estar tan lejos de casa tanto tiempo ni le quedaban más fuerzas para financiar su preparación a base de deudas.

La malagueña había decidido dejarlo. Y lo hizo además de un modo particular, en Canal Sur, en un programa de Juan y Medio, buscando la repercusión y la amenidad necesarias para un anuncio de tal contenido emocional. Alejó así la nadadora el dramatismo de ciertas despedidas ante las cámaras. Al retirarse tenía 31 años recién cumplidos.

Asumida su nueva situación y con la perspectiva de pasar del líquido elemento a la estratosfera para trabajar como auxiliar de vuelo, en una nueva vida, la nadadora ha repasado su vida anterior. Su montaña rusa emocional no había sido algo reciente, siempre estuvo con ella. Con unas condiciones físicas que superaban a las de figuras como Mireia Belmonte, la competición sin embargo no siempre le fue propicia. Quizá, pese a su palmarés, le faltó el equilibrio mental. En las brazadas, en el vuelo, pocas la habrían superado.