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Golf: Miguel Ángel Jiménez, los ritmos del viejo rockero

Lucas Haurie
Lucas Haurie
17/08/2019
El malagueño sigue alimentando su leyenda en el circuito de veteranos”

De una encuesta publicada en los años 90 en una revista británica de golf resultó que sólo seis de cada cien aficionados anteponían una velada nocturna con Sharon Stone a una tarde en el campo de juego con Severiano Ballesteros. Una encuesta del mismo tono en la que figurara Ángel Jiménez arrojaría datos parecidos, con la diferencia de que cualquier amante del golf elegiría no sólo acompañar en el juego al golfista malagueño sino holgar en una cena con él.

Jiménez es una leyenda del golf que sigue derrochando talento y campechanía, ahora disputando a gran nivel el Champions Tour, el circuito de veteranos. Rivales y aficionados no pueden dejar de adorarlo por su humor y su imagen incombustible de dandy macarra, rasgos inseparables junto a esos elementos que lo acompañarían en una icónica silueta: la cola al viento y un puro entre labio y labio.

Al margen de pintoresquismos, el golfista andaluz ha sabido encandilar en la cuna del deporte después de lograr la victoria el año pasado en el Open Británico, cumpliendo además una hazaña en números redondos: lo conquistó en el mismo Saint Andrews y ante el mismo rival, el alemán Bernhard Langer, dominador actual del circuito sénior, que lo hizo hace treinta años su amigo Severiano Ballesteros.

Aquella victoria le ha permitido además jugar el mes pasado, junto a los mejores, esta vez en Irlanda del Norte, y cumplir así su edición número 25 como participante. Jiménez presume de haber jugado con varias generaciones del golf mundial: la de Seve, la de Tiger y la más reciente de Rory Mcllroy y compañía. Además, la espina de no haber ganado ningún gran torneo como profesional se la saca en los últimos en el circuito de veteranos, a un lado y otro del Atlántico, con rivales de pedigrí que tampoco abandonan los palos. Es el caso de grandes como Greg Norman, Fred Couples o Colin Montgomerie.

Cocinero antes que fraile, Jiménez empezó como caddie y, con el gusanillo en las entrañas, avanzó a jugador con ambiciones. En los orígenes, sin embargo, no había ni un rastro de 'green'. Quinto de siete hermanos, hijo de albañil, había trabajado en un taller mecánico y hecho la mili antes de tirarse a la tumba abierta en la carrera de golfista profesional.

La imagen de campechano y bromista quizá haya ocultado un trabajo diario en el campo y el gimnasio, renuncias para ir entrenar o viajes de hora interminables por todo el mundo. A pesar de que le guste alimentar el halo de juerguista, bebedor y trasnochador, el de Churriana es más de cerrar y abrir campos de entrenamiento que de bares.

Cuando la sola pasión es el golf, no extrañan las lágrimas en torrente que les cayeron durante la celebración del Open Británico del año pasado. Las de sus amigos y rivales son más llantinas de risa, como a las que está acostumbrado el legendario José María Olazábal. Ambos, junto al malogrado Ballesteros, lograron el más preciado premio, la Ryder Cup, en la mítica edición de Valderrama. Fue la primera. Luego han llegado contribuciones en otros tres triunfos continentales.

A las puertas de alzarse con el US Open de 2000, el Open Británico de 2001 o Augusta de 2014, Jiménez sigue reivindicándose como mito y ahora, como golfista sénior, sigue levantando pasiones en el cuidado verde de medio mundo, desde Hong Kong a Escocia, California, República Checa o la propia Andalucía. Son ya más de 700 torneos disputados en suelo europeo y una veintena de trofeos a buen recaudo.