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Hace 50 años que debutó Urtain: el 'Tyson del franquismo'

Alejandro Delmás
Alejandro Delmás
05/01/2019

Cincuenta años después de las Navidades de 1968, y casi como en una reedición de 'El Nombre de la Rosa'... de los escenarios donostiarras que recorrió y vivió José Manuel Ibar Azpiazu, 'Urtain', apenas nos quedan los nombres. En el centro de San Sebastián y en la 'parte vieja' donostiarra, el Hotel Orly (hoy, Tryp Orly), el Restaurante Juanito Kojua y el bar del antiguo boxeador Paco Bueno no conservan ni fotografías del levantador de piedras que en 1970 llegó a ser campeón de Europa de los pesos pesados. El Kojua ha cambiado de dueño: allí recibe un 'Maître' extranjero que nada sabe de Urtain. Por 'Paco Bueno' aparecen escasamente los últimos descendientes del viejo campeón Paco Bueno: eso, entre los camareros actuales y fotografías ancestrales de Marcel Cerdán o Jack Dempsey. Al fin, en la recepción del Hotel Orly, que fuera base y cuartel general del llamado 'Morrosko de Cestona'... no se percibe mucho más que el hilo, como en consejas de leyenda, de que allí, en la planta alta, el dueño del Orly, el mecenas José Lizarazu, estableció ('ring', gimnasio, habitaciones... todo, desaparecido hace tiempo) aquel cuartel general iniciático de Urtain: 'El Rey de la Selva o así...', como tituló Manuel Summers su película sobre el titán de las Vascongadas, el campeón de levantamiento de piedras y de grandes pesos en boxeo. El que fue, sin una sola duda, el Mike Tyson de los dos últimos lustros del franquismo: José Manuel Ibar Azpiazu, 'Urtain' (1943-1992).

"Como nunca pasó por una escuela de boxeo, su fondo era bastante limitado. Pero la pegada de Urtain era brutal; le venía de la misma fuerza de la Naturaleza que ya era cuando levantaba las piedras. Quien haya visto luego a Mike Tyson, ya se puede hacer una idea de lo que Urtain era", señala hoy Juan Luis Torralba, Presidente de la Federación de Boxeo (y Deportes Asociados) del País Vasco. En aquellos días finales de 1968, cuando Urtain obtuvo su primera licencia profesional, de la mano de Lizarazu y de Isidro Echevarría, 'hermano espiritual' del 'harrijasotzaile', Torralba ya controlaba un gimnasio en Vitoria. En palabras a Vicente Carreño, en 'AS', en 2016, el propio Isidro Echevarría señalaba: "Yo le hablé a José Manuel del boxeo y le presenté a Miguel Almazor, que fue su primer entrenador. Tardé en convencerle, pero lo conseguí. Cuando ya era un boxeador de cierta fama empezaron a llamarme 'hermano espiritual', quizá porque mi única misión consistía en aconsejarle”. Por aquellos consejos, Isidro Echevarría cobraba el cinco por ciento de las bolsas del morrosko. A la vez, José Lizarazu veía en aquel levantador de piedras de la pegada salvaje la reencarnación, también vascuence, de Paulino Uzcudun, el 'aizkolari' o cortador de troncos de Régil/Errezil que hizo historia en EE UU en los años 20 y 30 del Siglo XX: ante Primo Carnera, Max Baer, Max Schmeling... o Joe Louis Barrow.

ENTRE UZCUDUN, TYSON Y LAS PIEDRAS.- En parámetros físicos, lo que en inglés viene a llamarse 'The Tale of the Tape', Urtain era muy similar a Uzcudun o a Tyson: 1,80 escaso de altura (1.79 en algunos registros... 1,78 para Uzcudun y Tyson), lo que viene a ser muy ajustado entre pesos máximos: pero todos ellos, dotados de una pegada masiva, matadora, pura dinamita (Uzcudun fue luego 'Pancho Dinamita') y los tres, Uzcudun, Urtain y Tyson, relampagueantes en una agresividad feroz, infinita, telúrica. Cuando levantaba piedras, Urtain redondeaba el centenar de kilos en la báscula. Al empezar a boxear, y para mejorar en agilidad y resistencia, se afinó hasta entrar en la zona de los 95 kilogramos.  "Urtain no era un boxeador de clase, era todo él una fuerza como prehistórica. Era, en efecto, la imagen viva de un levantador de pìedras”, recuerda el periodista y expromotor italiano Rino Tommasi. Por aquella época, finales de los años 60 y primeros 70, José Antonio Lopetegui, 'Aguerre II' (de Asteasu), padre de Julen Lopetegui y también un as forzudo del levantamiento de piedras, había sido otro candidato para ocupar la plaza de fenómeno boxístico de masas que Urtain iba a ocupar.

Por sus proezas con las piedras, que incluso le generaron bloqueos arteriales, 'El Diario Vasco' había nombrado a Urtain (que también llegó a remar con Orio)... 'El Mejor Deportista Rural de 1968'. Estos eran sus récords, cuando el mundo de las piedras ya se le quedaba pequeño y el boxeo se cruzó en su vida. Piedra cúbica, de 188 kilos, doce veces en quince minutos. Piedra rectangular, de 170 kilos, veintitrés alzadas en diez minutos. Con la piedra esférica de 88 kgs., después de colocársela en la espalda, era capaz de ponerse y anudarse la corbata. José Manuel Ibar era el segundo de diez hermanos, todos nacidos en el Caserío de Urtain, entre Cestona y Arrona. Él dijo a Vicente Carreño, en 1974: "Mi padre, José, era el hombre más fuerte del País Vasco. Cuando yo era un chaval, sus proezas con las piedras estaban en la boca de todos. ¿Que si era más fuerte que yo? Creo que sí. Yo no he visto a nadie tan fuerte como él. Heredé su apodo, 'Urtain', que era también el nombre del caserío en que vivíamos”. 

El padre de José Manuel Ibar -y del 'pelotari' Cándido Ibar, luego profesional de la pelota vasca en Florida- pereció tras una terrible apuesta que consistía en poder aguantar cómo hasta 15 hombres se lanzaban sobre su pecho en serie, desde la barra de un bar. En el transcurso de la acción, José murió reventado. Urtain -que era adolescente cuando ocurrió la desgracia- nunca quiso hablar con periodistas de ese tema. Al levantar la piedra de 127 kilos, Urtain ya había ganado una apuesta a Juanito Kojua, cuando este era el peluquero de Cestona. La apuesta era… una gallina. El padre era reacio a que el chaval levantara piedras, pero cuando supo de la apuesta con Kojua, la sangre ardió en las venas del ‘cashero’ de Ibañarrieta: “Pues esa gallina hay que ganarla”. Fue, quizá, la primera ‘morroskinada’, como el escritor Alvaro de Laiglesia (director de la revista humorística 'La Codorniz') iba a bautizar todos aquellos hechos peculiares que generaban Urtain, sus correrías y sus combates.

27 KOs SEGUIDOS.- Después de tres combates iniciales, estrictamente como aficionado (el primero de todos, el 24-7-1968, contra Toni Rodri y ante 15.000 personas que hicieron rebosar, desbordándolo, el campo de fútbol de Villafranca de Oria/Ordizia, del que se rompieron puertas y vallas), Urtain inauguró los registros de su carrera profesional en las Navidades de 1968... para abrir una espectacular serie de 27 victorias antes del límite. De inmediato, descendió sobre él la sombra de los 'tongos' y José María García escribió su célebre libro 'Comedia Urtain'. Pero Urtain declaró a Carreño: "Si hubo tongo en alguna pelea, yo no me enteré, te lo aseguro. Con las piedras jamás hice la menor trampa, y eso lo mantengo ante quien sea.Yo boxeo por dinero; sin dinero, nunca habría boxeado".  Como púgil aficionado, después del citado Rodri (cuyo KO tuvo que repetir a lo bestia para el 'film' de Summers, quien debió pagar daños extras a Rodri, arrojado fuera del 'ring'), Urtain aún 'sacudió' de lo lindo al argentino Mario Miranda y al francés Paul Hirk. 

El primer combate que figura en el registro profesional fue ante el marsellés Marius Sappe, en París (Élysée Montmartre), el 22-12-1968. Aterrorizado, Sappe duró en pie... 50 segundos. El teórico debut profesional de Urtain en España (la licencia era ya la del año 1969) se produjo el Día de los Inocentes de 1968 en un atestado frontón de Anoeta, en San Sebastián y ante un negrazo llamado 'Frankie Robinson' (en los registros, 'Franklin Arrindell'): KO en menos de un minuto. Menos de diez días después, en el Pabellón de La Casilla, Bilbao, el Día de Reyes de 1969, hace 50 años exactos, y con la licencia de 1969 fresca y flamante, Urtain despachaba en el primer asalto (unos dicen KO; otros, 'descalificación'), a otro despavorido belga, Victor Chapelle. Los llenazos y los clamores de Urtain se extendían por toda España, por los Palacios de Deportes y frontones de Roma, París, San Juan de Luz... Madrid. El carisma se tiene o no se tiene; y Urtain lo tenía, un carisma al nivel del que por ejemplo tuvo en aquellos tiempos el torero Manuel Benítez 'El Cordobés'. Y también tenía una mano... de piedra. Un problema adicional: José Manuel Ibar empezó en el boxeo cuando ya tenía 25 años cumplidos.

De este modo y en 'aquella' España, Sappe, Robinson y Chapelle inauguraron esa dinamitera (y sospechosa) serie de 27 victorias de Urtain antes del límite, que se extendería hasta el 22-6-1970, cuando Urtain batió por puntos al rocoso alemán Jürgen Blin (de Hamburgo) en la que iba a ser su primera defensa del título europeo de los grandes pesos: conquistado en abril de 1970 ante el también alemán Peter Weiland. Ahora nos extenderemos sobre aquel combate con Weiland. Cuando al fin cerró su carrera como boxeador, en Amberes, el 12-3-1977, tras caer KO en cuatro asaltos ante el belga Jean-Pierre Coopman, José Manuel Ibar Azpiazu, ‘Urtain’, ‘El Tigre de Cestona’, el ‘morrosko’, había disputado 68 combates profesionales: con 53 victorias (42 por KO), 11 derrotas y cuatro nulos. Pero este balance iba a quedar cerrado casi seis años después de que, en 1971, Fernando Vadillo, una de las mejores firmas de la literatura deportiva española de todos los tiempos, se encontrara con el ‘morrosko’ en su concentración de Torrelodones, en la sierra de Madrid.

HENRY COOPER... Y VADILLO.- Era el verano de 1971. En noviembre de 1970, Urtain había perdido su título continental de los grandes pesos en el Empire Pool de Wembley ante el espléndido boxeador que fue el londinense Henry Cooper: K.O. técnico en nueve asaltos, una noche en la que Cooper, 'Our Enri' en el dialecto 'cockney' de Londres, había desnudado las carencias técnicas de José Manuel Ibar.  Toda la parafernalia montada para apoyar a Urtain en Londres –el torero Andrés Vázquez sacó la bandera española y Bobby Deglané lo narró para TVE– se vino abajo. La 'txapela' con la que iban a coronar al campeón vasco tuvieron al fin que encasquetársela al 'cockney' Henry Cooper.

Pero en mayo de 1971, en Bilbao y de regreso a la cima, Urtain se había proclamado oficialmente campeón de España ante Benito Canal, uno de sus eternos rivales, al que noqueó en sólo dos asaltos. Canal, gallego de A Merca, había emigrado de pequeño a Bilbao donde era tan querido como si hubiera nacido en la Gran Vía. Concentrado y 'reseteado', Urtain le arrebató el título español con la vista y el foco puestos en recuperar el cetro europeo. Tras otras dos victorias por KO ante Iván Prebeg y Sonny Idowu, Urtain se preparaba para defender el Campeonato de España ante Mariano Echevarría, otro de sus grandes adversarios de siempre dentro y fuera de los ‘rings’: aquel Urtain-Echevarría, también en Bilbao, el 10-9-1971, acabó en nulo y Urtain conservó el cinturón español. 

En el intervalo entre Canal, Prebeg e Idowu, rumbo a Echevarría, Vadillo confrontó a Urtain, al que en abril de 1970 había dedicado en AS una crónica imborrable bajo el título de ‘Irrintzi’, cuando el chicarrón de Cestona había conquistado por primera vez la corona europea de los pesos pesados ante el zurdo germano Peter Weiland: ese combate abarrotó el Palacio de los Deportes de Madrid, puso a toda España delante de los televisores y pulverizó récords de venta de periódicos. En 'AS', por ejemplo, ese récord de ventas se mantuvo hasta la otra plusmarca que iba a generar el 12-1 de España a Malta, ya en diciembre de 1983.

No es posible escribir de Urtain y de Fernando Vadillo sin situar a ambos dentro de un contexto inolvidable… pero que ya desapareció hace décadas. En la España de los años 70 del Siglo XX, Urtain, el hijo del ‘cashero’ guipuzcoano de Ibañarrieta, era un fenómeno social como en su momento lo pudieron ser el torero Manuel Benítez ‘El Cordobés’ o el Real Madrid de las cinco Copas de Europa en serie. Urtain tenía desparpajo y carisma. “Todos los golpes que dí antes de hoy ya son viejos, porque hoy no van a servir. Todos los de hoy van a ser golpes nuevos, pues”, proclamó el de Cestona en TVE sólo unos minutos antes de cruzarse con Weiland, quien había fanfarroneado: “Las piedras que Urtain levanta yo se las lanzo a los pajaritos. Le ganaré sin quitarme el bisoñé. Después del combate me interesaré por su salud. Conservaré el título, conoceré España y ganaré fácilmente la mayor bolsa de mi vida. Urtain es un fantoche”. En 1970, esas declaraciones de Weiland (de Einfeld, Schleswig-Holstein) se consideraron nacionalmente un insulto a los españoles. Weiland se embolsó tres millones y medio de pesetas de 1970... pero no sin que Urtain le pusiera patas arriba en el séptimo 'round'. Por entonces, el de Cestona había despedido a Almazor y ya dirigía su carrera el mismo 'manager' que había lanzado a Pedro Carrasco: el hábil y placeado italiano Renzo Casadei.

BODELL Y LA DECADENCIA.- El hijo del ‘cashero’, el 'Tyson del franquismo' fue perseguido implacablemente, dentro y fuera de los ‘rings’ por rivales de toda laya que le acusaban de ser un amaño viviente. Pero Fernado Vadillo sí creía en Urtain y le había bautizado como ‘hombre indarra’, el ‘hombre fuerza’ de los antiguos vascones. Urtain quería que le llamaran 'José Manuel': "Urtain es el apodo", explicaba; y no le gustaba que se hablara de 'País Vasco', sino de 'Provincias Vascongadas'. El promotor Xabier Azpitarte recuerda cómo Urtain 'se sabía el 'Cara al Sol' y lo cantaba'. Fernando Vadillo había estado con la División Azul en la II Guerra Mundial, alistada como la 250 División de la Wehrmacht en la ‘Operación Barbarroja’, la invasión de la Unión Soviética. De su experiencia en el frente ruso, entre Krassny Bor y Leningrado, Vadillo escribió varios libros y relatos magistralmente épicos. Trasladó al boxeo la épica de esos relatos bélicos, todo envuelto en un maravilloso perfume de acción y de intimismo humano. El que lea una sola crónica de Fernando Vadillo, siempre reconocerá las demás. Y, tal como lo había vivido en Krassny Bor ('El Bosque Rojo', pero rojo de sangre... de españoles), Vadillo se metía bajo la piel de titán del vasco forzudo con esas palabras ancestrales: ‘Indarra’, ‘harrijasotzaile’, ‘irrintzi’, ‘cashero’… las palabras del escritor que había combatido en Krassny Bor con la 250 División de la Wehrmacht... dnde tantos 'vascones' se habían alistado. “No me gustan los rivales fáciles”, decía a Vadillo un Urtain que incluso criticaba a Muhammad Ali, reaparecido victoriosamente en octubre de 1970 ante Jerry Quarry: “Cassius Clay (Ali) no habría bailado tanto si Quarry le hubiese presentado batalla; entonces ya habría dejado de bailar un rato”, remataba Urtain. Eso sí que era una ‘morroskinada’...

Tras aquella cita en Torrelodones de Vadillo y Urtain (al que ya entrenaba entonces Alfonso del Río, en el gimnasio de Gerardo López Quesada; no gustaba el comportamiento de Casadei ante los contratos y el dinero), el ‘morrosko’ hizo nulo con Echevarría, perdió por K. O. técnico ante Goyo Peralta… y de inmediato, el 17 de diciembre de mismo 1971, recuperó en Madrid la diadema europea de los pesos pesados al acabar en dos asaltos con el zurdo británico Jack Bodell. Quizá fue el triunfo que más alegró a un Urtain que no se lo esperaba. Liquidó a Bodell con un sonoro KO técnico en el segundo asalto. Bodell, zurdo, era once centímetros más alto, que Urtain, quien describió: "En el primer asalto, Jack Bodell me asaba a derechazos. Entonces me decidí a hacer cintura, vi que sus puños me pasaban por encima y me dije: 'Huy, macho, vas de cráneo'. Yo estaba peleando con mentalidad de cazador, consciente de lo que tenía que hacer: esquivar sus zurdazos de entrada y meter la derecha a romper. Esa victoria fue limpia, clara y contundente. Me causó una gran alegría porque las críticas habían sido muy fuertes, demasiado duras". Pocos meses después, el 9-6-1972, el alemán Jürgen Blin volvió a destronar a Urtain, que emprendió la cuesta abajo... sin billete de vuelta. Se había instalado en Madrid cuando comenzó su escalada en el boxeo. Su primera mujer, Cecilia Urbieta, se quedó en el caserío con los tres hijos –José Manuel, María Jesús y Francisco– que tuvo con ella. Y después se unió a María Luisa con la que tuvo otros dos, Vanessa y Eduardo. Al fin, él sólo quería disfrutar de la vida. Los golpes le fueron aplastando y achatando la nariz afilada del 'harrijasotzaile' joven. Por edad y falta de entrenamiento fue perdiendo la musculatura... y desde 1971 fue recibiendo una paliza tras otra: de manos de Goyo Peralta, José 'King' Román, el propio Blin -que le arrancó para siempre el título europeo de los grandes pesos, en ese duelo de 1972 en Madrid-, Rocky Campbell, Alberto Lovell... Alfredo Evangelista. Apareció un inquietante promotor, el sirio Yamil Chade. Pero todo concluyó el sábado 12-3-1977, en Amberes y ante Jean-Pierre Coopman, quien destruyó en cuatro asaltos el tercer y último intento de Urtain por ceñirse el cinturón continental de los grandes pesos. Al final del cuarto asalto, Del Río tiró la última toalla de un José Manuel Ibar que antes de ponerse ante los mazazos de Coopman había dicho a su preparador algo tan seco y premonitorio como 'Cuídame'.

DRAMA Y TRAGEDIA.- Después, José Manuel Ibar practicó la lucha libre, un intento final de explotar su nombre y de detener la caída que ya iba siendo tan dura. Ya no había nada de comedia. Más bien, un gran drama. José Manuel estuvo de relaciones públicas en una discoteca en Burgos y montó un restaurante con uno de sus hermanos, en Castilleja de la Cuesta. No funcionó. Llegaron los problemas de salud. Volvió a Madrid y participó como socio en otro bar en la misma calle en la que vivía, Fermín Caballero, en el barrio de El Pilar. Sufrió un duro accidente automovilístico viajando de Sevilla a Madrid en 1989 y estuvo ingresado en La Paz. El coche se declaró 'siniestro total' y Urtain, tras el accidente, necesitó un injerto en la pierna porque había perdido masa orgánica. Eso, cuando ya había engordado, rebasaba de largo los cien kilos y había perdido el filo de cualquier músculo. La situación fue empeorando y en 1991 se vio obligado a vender a su socio su parte en ese negocio. Ya en 1992 sólo pretendía que se le ayudase y buscaba reuniones con poderosos (como el empresario Enrique Sarasola, que llevaba a Poli Díaz, 'El Potro de Vallecas') y con gentes del boxeo: que no le acudían. Todos los planes quedaban en nada. Necesitaba dinero, pero ya se habían cerrado todas las puertas. Empezaron los problemas con el alcohol y su segunda mujer, Marisa García -a la que había conocido durante una noche de copas en Madrid, con Alfredo Di Stéfano, y en los buenos tiempos- se marchó de su lado, con sus hijos, Vanessa y Eduardo. Cecilia había quedado en el caserío ancestral de Cestona, junto a los primeros vástagos, José Manuel, María Jesús y Francisco.

El 21 de julio de 1992, a cuatro días de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, un impacto sacudió a los vecinos de la calle Fermín Caballero. Tras escalar a drama, aquella 'Comedia' de José María García se detuvo en una gran tragedia. Urtain había caído desde el balcón de su casa, el décimo piso del número 57 de Fermín Caballero: más de cien kilos de 'morrosko'... con los mocasines puestos, algo muy extraño. Quedó resuelto formalmente como 'suicidio'. Sólo faltaban unos minutos para que Doña Manolita, la dueña del piso, llegara con el fin de quitarle las llaves. 'Trágico final de Urtain', fue el título de 'El País', al día siguiente, sobre la fotografía del cuerpo destrozado.

Un día después, José Manuel Ibar recibió sepultura en Cestona. En Madrid, su hermano Eusebio abonó todas las deudas. En la Sala 6 del tanatorio del Anatómico Forense de Madrid se habían encontrado Marisa; sus hijos Vanessa y José Manuel; el hermano Eusebio (más tarde, el sobrino Pablo Ibar, hijo del hermano Cándido, el 'pelotari' de Florida, sería acusado de un asesinato cuyo duro proceso aún continúa) y otros compañeros y boxeadores históricos, todos asombrados y desolados: Pedro Carrasco, José Legrá, Alfredo Evangelista, José Durán... Manuel Calvo. También, el que fuera su preparador, Alfonso del Río, que dejaba dinero a Jose Manuel Ibar con frecuencia... pero que no pudo contestar a la última llamada telefónica (en una época aún sin uso masivo de móviles) que le hizo Urtain, el día antes del siniestro final. "Si hubiese podido hablar con él, seguro que esto no habría sucedido", se lamentó Del Río a Isabel Roldán Moré, una joven becaria de 'El País'. José Manuel Ibar, su época, su tragedia y su terrible épica ya no están con nosotros. Tampoco está Fernando Vadillo: que lo hubiera contado. En 1980, Manuel Almazor, hijo de Miguel, se casó con Mari Carmen Martínez, 'La de los Muñecos'.Y en la parte vieja de San Sebastián, desde el bar de Paco Bueno hasta el hoy impersonal Tryp Orly, pasando por el desnaturalizado Restaurante Kojua, de José Manuel Ibar 'Urtain' nos queda poco más que el recuerdo: a estas alturas... tal vez eso ya sea mucho.