muchodeporte.com Polideportivo

Bernardo Castro, que estás en los Cielos

Juan Miguel Vega
Juan Miguel Vega
29/04/2019

Me tocaba hoy escribir y pretendía hacerlo sobre el mito, cada vez más desmontado, de la llamada liga de las estrellas, de la estafa de este fútbol sobrevalorado que tenemos que tragarnos cada fin de semana y de la poca vergüenza con la que algunos se manejan en ese mundo espurio y vacuo, pero ni tengo cuerpo, ni me sale nada, ni, si tengo que serles sincero, me importa un bledo nada de eso en estos momentos. Voy a escribir, sin embargo. Y voy a hacerlo para hablarles de algo mucho más importante que todo eso. Voy a hablarles de un amigo. De un ser entrañable; de un caso neto de buena persona, que lo mismo ustedes no llegaron a conocer, pero que deberían haber conocido. Mi amigo se llamaba Bernardo Castro y este lunes se nos fue al Cielo mientras corría por el parque. Se ve que en algún recodo de los verdes setos, a la vuelta de cualquiera de esos amarillos caminos por los que mi amigo trotaba a diario, se encontró con su Cristo de las Exaltación y su Virgen de las Lágrimas, que lo llamaron de inmediato a su presencia. Morirse en el Parque de María Luísa. Joder, si no fuera porque estoy destrozado diría que es hasta bonito. Qué mejor sitio, maldita sea, para despedirse de Sevilla. Sin embargo, digo yo que el Cristo y la Virgen podían haber esperado un poco y dejarnos disfrutar unos añitos más de alguien que contrarrestaba con su bondad tantos malos rollos, tantas estupideces, tantas falsedades, tantas dobleces, él que no tenía ninguna. Esta manía nuestra de echarles siempre la culpa a los cristos y a las vírgenes. Y cuanto menos se cree en ellos, más se les culpa de todo, cuando seguramente no han tenido nada que ver. La verdad es que no sé a quién demonios echar la culpa de esta pena que quema por dentro. Ha pasado y ya está. En realidad, sólo Bernardo sabe por qué se ha ido, él que ahora conoce lo que todos los demás ignoramos.

Se preguntarán ustedes quién era Bernardo Castro. Hace veintitantos años,  era un tipo gordito al que un día detectaron unos niveles de colesterol algo más altos de la cuenta. Le recomendaron que hiciera ejercicio y se puso a ello. Tanto gusto le cogió que acabó convirtiendo el hacer ejercicio en parte de su vida. Empezó de maratoniano, luego se puso a nadar y al final cogió la bicicleta, así que acabó convirtiéndose en todo un triatleta que competía en carreras populares donde lucía con orgullo su camiseta verdiblanca; porque Bernardo era muy bético. Más que el escudo. El caso es que a base de hacer deporte, Bernardo dejó de ser gordito y se convirtió en un tipo fibroso de cuerpo torneado. Sin embargo, lo importante en Bernardo no era su cuerpo sino su alma, que en esa sí que no había rastro alguno de impureza. 

A quienes duden de cuanto digo y consideren un tópico esta elegía, yo los invitaría a que preguntasen por él, por Bernardo Castro. Que pregunten a sus compañeros-amigos-hermanos de Canal Sur Radio, donde se ganaba la vida como un más que eficiente administrativo, aunque era mucho más que eso. Era el amigo que siempre estaba disponible para lo que hiciera falta. Que pregunten a sus amigos del Parque, con quienes compartió tantas horas de trote y maratones; que pregunten en sus hermandades de los Caballos y el Calvario; que pregunten en el barrio de Pío XII donde se crió, que pregunten en el Real Betis, del que era accionista. Bernardo era una bella persona. Sin discusión. Un hombre bueno, cuya marcha deja el mundo un poco más solo, más vacío, más oscuro y más triste. Bien que lo vamos a notar en la redacción de la radio cada mañana.

Hermano, estoy escribiendo con la ventana abierta y me ha parecido oír tu voz. Me he asomado, pero el que pasaba no eras tú. A ver cómo me quito este nudo de la garganta. Va a ser muy duro no volver a verte, por más que sepa bien dónde estás y con quién. Rézale por los míos, tú que tan cerquita los tienes ahora. Yo rezo por ti. Te quiero. Te querré siempre.