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Betis, Levante, Torino

Antonio Félix
Antonio Félix
26/08/2020

La cosa viene de lejos. Podríamos situar su origen en la famosa sentencia de Lorenzo Serra Ferrer: "El Betis será lo que Lopera quiera". Corría el año 2005, y el equipo verdiblanco se acababa de convertir en el primer andaluz en jugar la Champions arrebatándole el puesto, ni más ni menos, que al Sevilla. No hace falta recordar lo que Lopera quiso después que fuera el Betis. Exactamente lo mismo que, desgraciadamente, es hoy.

Entre las bondades del fútbol sevillano se encontraba una en particular, toda una rareza en el mundo del balón: la de enfrentar a dos equipos prácticamente de la misma dimensión (social, económica, deportiva). Eso ofrecía un derbi realmente singular en el fútbol europeo. Existían rivalidades parejas en otras ciudades, como Milán o, con más matices, Madrid, pero ninguna de una extensión tan leve como la de Sevilla enfrentaba a dos equipos tan notables y simétricos. Eso hace tiempo que acabó.

Acabó Lopera con ello, cierto, dejando anclado al Betis en un pasado perpetuo mientras el Sevilla irrumpía en Europa en modo ciclón. La pasividad, el embeleso del Betis en su mediocridad contrastó con la furia del Sevilla, su voracidad para atacar una cima más alta tras otra, sin importarle lo aparentemente quimérico de la misión. Así hasta hoy. El Sevilla convirtió su imposible en historia. El Betis convirtió su vida en imposible.

Pero el tiempo siempre otorga segundas oportunidades. Hubo otro momento en que todo pudo cambiar. Hace dos años, el Betis logró meterse en Europa y acabar la Liga por delante del Sevilla. Otra vez estaba, qué casualidad, por allí Lorenzo Serra. En aquel Sevilla, sin Monchi, la desesperación se traslucía en la figura de Joaquín Caparrós, último recurso para apaciguar una caída por momentos tan violenta. Cómo olvidar la histérica celebración del utrerano por salvar ¡un empate! al final de la Liga en el Villamarín. Era un gesto definitivo, un síntoma de lo que, al fin, podía significar un giro en el signo del destino. Nadie, como Serra antaño, lo dijo entonces, pero todos lo pensamos: el Betis será ahora lo que Haro quiera.

No merece la pena volver sobre lo que Haro y su incapaz socio han querido de este Betis. En la pena viviente a la que lo han devuelto. Mientras el Sevilla celebra aún su sexta Europa League, alcanzada tras batir al Inter, y prepara su próximo equipo de Champions, que estrenará temporada peleando por la Supercopa frente al Bayern de Múnich, el Betis, mecido en los brazos del casi septuagenario Manuel Pellegrini, celebra lo bonitos que le están quedando los entrenamientos en Marbella y anuncia el regreso, desde Inglaterra, de ese paquete llamado Martín Montoya (¿de verdad que esto es lo mejor que sabe hacer, señor Cordón?). Mientras el Sevilla dispone su asalto al mercado con el excel de Monchi echando humo, el Betis propaga a los cuatro vientos (excelente estrategia) que no tiene un céntimo para mejorar a un equipo que terminó el 15 del campeonato.

En fin, queda la resignación. Y la creencia en los milagros para recuperar esa esencia del fútbol sevillano, ese derbi de igual a igual en que dos colosos de este pequeño pueblo medían sus gigantescas pasiones. De momento, hay que constatar que eso no existe. Y que Sevilla, futbolísticamente, ha caído a esa categoría de ciudad que enfrenta a gigantes contra enanos. Lugares como Barcelona, con el Espanyol, o Valencia, con el Levante, o Turín, con la Juve y el Torino. Es doloroso. Pero es lo que hay.