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Como nunca, como siempre

Antonio Félix
Antonio Félix
17/03/2021

Hay motivos para el optimismo. El equipo perdió el derbi, sí, pero volvió a demostrar que no tiene nada que envidiar al Sevilla, que sólo es cuestión de tiempo ponerse a la altura del vecino hexacampeón. De hecho, la sensación es que el Betis le perdonó la vida, que es una sensación agridulce, porque te vas con la rabia del caído y la confianza de que la revancha llegará, y entonces no habrá piedad para el adversario. Desde cierta perspectiva, la del juego e, incluso, la de los jugadores, el Betis tiene motivos para sentirse superior, y sólo en la mentalidad hay todavía un abismo que surcar para competir de tú a tú con el enemigo de los tiempos. Esa timidez que le apretó al Betis en el derbi tampoco ha de sorprender, pues es la misma que esta temporada le ha aminorado también frente al Real, el Atlético y el Barcelona. Pero no nos apresuremos. Siendo sensatos, el Betis está cumpliendo punto por punto con el objetivo marcado del curso, que no era otro que volver a Europa, aunque fuera por la puerta de la Liga Conferencia. No hay otro camino para crecer y convencer a los fantásticos jugadores que posee, a los Fekir, Canales, Mandi, Emerson, para que continúen en este barco en busca, al fin, de las glorias mayores. Cuenta, además, con la tranquilidad de saberse en manos de un sabio como Manuel Pellegrini. E, incluso, ha conseguido cierto sosiego institucional, con una oposición calma y unos directivos silentes. Definitivamente, hay motivos para creer que, una vez se culmine la temporada como debe, se habrá creado al fin una base sólida para generar un Betis grande, fiable y potente. Sí, el derbi duele, pero la venganza está de camino.

Y hay motivos para el desconsuelo. Otra vez lo mismo, otra vez remar para ahogarse en la orilla, otra vez el desconchón cuando más sencilla pintaba la cosa. Porque el Sevilla estaba muerto, y se le notaba a la legua. Caído en la Copa, caído en la Champions, vapuleado por el Elche… Era un adversario exhausto física y mentalmente al que, cómo no, el Betis tenía que revivir. ¿A qué venía tanta timidez en el juego, dónde quedó el arrojo verdiblanco? No hay muchos peros que poner al trabajo de Manuel Pellegrini, pero sin duda uno de ellos ha sido la escasa competitividad que el Betis ha mostrado frente a los grandes, a quienes, no conviene olvidarlo, ha enfrentado manejando ciertas ventajas, en especial la frescura que le daba una temporada sin la fatiga europea. En circunstancias normales, sería exagerado pedirle al Betis que le ganara al Sevilla. En las actuales, la sensación es la de una oportunidad perdida para dar un golpe extraordinario, enseñar la patita en la pelea por la Champions y poner palote al personal con el sueño de que cualquier cosa será posible, de que lo mejor está por llegar. Lo que sucedió, sin embargo, es lo de costumbre. Lo cual reverdece la incógnita de hasta cuándo aguantarán tal mediocridad los fabulosos Fekir, Canales o Mandi, futbolistas cuya calidad les habría de destinar a grandes cumbres en el fútbol, y que, sin embargo, agotan año tras año en Heliópolis una carrera directa hacia el perfecto olvido. O de cómo podrá el club mantener este nivel de jugadores, con una economía en tenguerengue que soporta el control financiero de la Liga por la laxitud aplicada en la época del covid. Sí, el derbi significaba mucho más de lo que parecía, para que a la postre nos haya venido a decir lo mismo de siempre.