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Distinción

Antonio Félix
Antonio Félix
29/12/2021

En este momento de consecuente y desmedida euforia, resulta pertinente hacer esta aclaración: El Betis se ha convertido en un gran equipo, lo cual no quiere decir que se haya convertido en un gran club. Conviene evitar esa confusión hoy, con el equipo tercero en la Liga y pujante en la Europa League, de la misma manera que convenía hacerlo hace 15 años, con el Betis pujante en la Liga y disfrutando de la Champions League tras haberle arrebatado ese lugar ni más ni menos que al Sevilla. Así que, digamos que por un arranque de responsabilidad, dado que ya en aquel tiempo nos atrevimos a agriar la fiesta desvelando lo que se escondía detrás del telón, cómo no hacerlo ahora.

Para las nuevas generaciones, en particular, y en realidad para todo aquel que se pregunte qué legitimidad tiene este servidor para venir a joder el invento, me permitiré resumírsela: la de aquél que en su día se jugó su trabajo y el panecito de su familia mientras tantos, tantísimos béticos indiscutidos y hondos se acurrucaban en su sofá felicitándose primero por aquellos éxitos, que algunos locos presumíamos efímeros, y lamentándose después por aquellas ruinas, que algunos locos presumíamos inminentes. Sólo por eso me permitirán, espero, que vuelva a exponer lo que ven mis ojos.

Estos ojos ven a un equipo fabuloso, de los que realmente entusiasman. Con un emperador absoluto como Pellegrini al mando de futbolistas mágicos como Canales, Guido o Fekir. Un equipo que remite a aquel de Lorenzo Serra al mando de aquellos futbolistas mágicos que hoy, aún en vida, son ya leyenda en el Villamarín: Joaquín, Oliveira, Edu, Juanito, Marcos Assunçao… Entre ellos, no faltaron las etapas en las que el Betis logró conjuntar buenos equipos, pero jamás consiguió estabilizar un proyecto para la construcción de un gran club. El mejor plan que probablemente hubo al respecto se extinguió con el repentino fallecimiento de un señor, Gómez Porrúa, cuya altura intelectual y humana parecía destinarle a dejar una profunda huella para el beticismo. Uno de esos hombres, tan injustamente olvidado por la historiografía moderna del Betis, que se dejó literalmente la vida luchando por su club en periodos cruentos y amargos en los que otros, tan, tan béticos, se dedicaban a, digamos, inventar maquinitas o levantar paneles de sol.

Con Porrúa presumíamos al fin un Betis a la altura de su destino, un Betis moderno que superara atavismos y mediocridades tan ligadas a su cultura. Vislumbrábamos a un club señorial, conducido por dirigentes visionarios, valientes y nobles. Un Betis que, al fin, explotaría todo su tremendo potencial económico y social. Que no diera ni medio pie al nepotismo. Que atrajera a los mejores entre los mejores. Que pusiera en orden su economía, que lo es todo, y no se expusiera a riesgos insensatos motivados exclusivamente por la demagogia. Un Betis que jamás volviera a huir hacia adelante. Un club que venciera las críticas, por exageradas que éstas fueran, con elegancia, y que no se permitiera la deshonestidad de la censura, que jamás pisara una redacción para pedir la cabeza de un trabajador, que no gastara recursos en estúpidas querellas para amedrendar a sus más odiados periodistas. Un Betis que no pagara a traidores, y que conociera bien su pasado para que sus yerros no volvieran a repetirse en el futuro. Un club, al fin, que no fuera un cortijo.

Nada de eso ha dejado de suceder hoy. Y debería preocuparles, porque es lo que hay detrás del telón. Así que disfruten de la fiesta, y denlo todo ahí, pues puede que la marcha no dure tanto como pensamos. Feliz año.