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Ignorantes

Antonio Félix
Antonio Félix
22/02/2023

Muchos de ustedes, en especial los lectores más jóvenes, no lo creeréis, pero existió un tiempo en el que la imbecilidad se penaba socialmente, en el que a los líderes, en cualquier campo, se les exigía una altura de miras y una auténtica categoría. Y, en ausencia de tales, se les reprobaba, cual farsantes, ante la evidencia certera de su falta de respeto hacia una ciudadanía que les votaba, o les apoyaba, o, simplemente, les seguía.

Pero las cosas han ido cambiando. El pensador, y humorista, Andy Borowitz estudió esa evolución que condensaba en tres estados. El originario, citado, en el que la ineptitud provocaba tal ridículo que los líderes se esforzaban con todos sus medios por evitarla. Una segunda fase, ya menos lejana, donde tal ineptitud dejaba de ser un obstáculo insalvable para una carrera pública y comenzaba a mostrarse con cierta naturalidad, como una prueba de campechanía, de igualdad. Hasta llegar al tiempo actual, en el que ya no se hace ningún esfuerzo por disimularla, sino que, al contrario, se muestra con efusividad, sin complejos, “como una señal de orgullo, un desafío contra los enterados, los expertos, los tediosos, los exquisitos, los avinagrados”, en palabras de Antonio Muñoz Molina. El escritor español despachaba a ésta nuestra época como “la edad de la ignorancia”.

Hace unos días el megaejecutivo del Betis, un tal señor Alarcón, citó a los medios para ofrecer una gran noticia: el club había conseguido firmar un crédito de 65 millones de euros con un fondo de inversión con el cual podría reestructurar su, ya de por sí, inmensa deuda. Unos meses antes, el presidente, don Ángel Haro, había anunciado dicho propósito en la Junta de Accionistas. Ni Haro ni Alarcón pidieron perdón por ello. Ni se mostraron lo más mínimamente compungidos. O contrariados. Nada más lejos de la realidad. La noticia se presentó a bombo y platillo como un éxito sin precedentes para el Real Betis Balompié en su centenaria historia. “Es la mejor prueba de la confianza que el mercado tiene en nuestro potencial”, clamó el ejecutivo verdiblanco sin que se le cayera la cara de vergüenza. Por el contrario, la cadencia de la frase sugería una esperanza de aplausos, de vítores por parte del auditorio.

Hay que decir que la edad de la ignorancia tiene esto: Si la ineptitud se exhibe con tamaña soberbia es porque sale gratis, porque se confía en que el pueblo trague con todo. En el caso del Betis, el equipo va quinto, así que poco más hay que hablar. La gente no se va a preocupar ahora de unos cuantos números, aunque tal vez debiera. Pero, cuando menos, se le tendría que guardar un respeto. Proclamar una nueva deuda como quien gana una Copa es, sencillamente, ridículo. Pedir un préstamo, en un club de fútbol, en una churrería o en una familia, es siempre un síntoma de un fracaso: algo ha salido mal y se necesita una ayuda extra, más o menos desesperada, para corregirlo. En el caso del Betis, existe un problema añadido, pues no parece haber ninguna intención de mudar el plan que hasta ahora, económicamente, ha ido tan mal. Es decir, se pide más dinero para persistir en el error, confiando en que, a no mucho tardar, el equipo pegará un pelotazo con la venta de alguno de sus futbolistas o se meterá en la Champions. Mientras eso sucede, se trata de seguir tirando como se pueda, manteniendo artificiosamente un chiringuito precioso aunque muy por encima de tus posibilidades. Pero, ¿y si eso no sucede? 

Esa pregunta, por descontado, sólo se la hacen los enterados, los expertos, los tediosos, los exquisitos, los avinagrados. Ésa es una perspectiva carca, únicamente propia de los chapados a la antigua. Y a mí que me da que don Antonio Cordón es uno de ellos.