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Milagros que no son milagros pero que son milagros

Juan Miguel Vega
Juan Miguel Vega
13/05/2019

Sostenía Stephen Hawking que los milagros no existen, ello a pesar de que tuvo algo de milagroso –no es nada frecuente- el hecho de que viviera tantos años padeciendo esclerosis lateral amiotrófica en un estado muy avanzado. Su cientifismo ateo siempre me generó serias dudas, incluso el personaje me las generaba también, pero debo reconocer sin embargo que Hawking, o quien por su boca hablara, hacía bien mostrándose escéptico respecto a las causas últimas de sucesos que el vulgo consideraba milagrosos al no hallarles explicación. 

A lo largo de la historia no han sido pocos los milagros cuyas causas han podido ser desveladas por la investigación, dejando así de ser milagros. Lo último que podemos poner como ejemplo de ello es el hecho, aparentemente milagroso, de que el Sevilla vaya a jugar competición europea el año que viene. Un Sevilla que ha perdido, de mala manera además, con todos los malos de la liga, pero también con los buenos y hasta con los regulares. Lo hemos dicho ya muchas veces aquí: el de este año ha sido el peor Sevilla que hemos visto en lo que va de milenio. Un Sevilla que recordaba de forma inquietante a aquel de los disgustos gordos y la mediocridad de nuestra infancia, juventud y primera madurez (si es que hemos aguantado tela marinera). 

Sin embargo, ahí está, clasificado matemáticamente para jugar la UEL y con opciones matemáticas, ergo científicas, de hacerlo para la UCL; pocas, pero opciones al fin y al cabo. ¡El Sevilla de los grandes petardos clasificado para Europa! ¡Oh Milagro! Nada de eso. Un vistazo al contexto nos permite comprender que la mediocridad ha sido la tónica dominante en la presente edición de la liga española. La otrora rutilante liga de las estrellas ha sido este año una competición ramplona y decadente. Ahí están sus resultados en Europa para demostrarlo. Ahí están las puntuaciones de los de arriba. Ahí está el hecho de que el peor Real Madrid de la historia reciente (16 partidos sin ganar; 11 de ellos derrotas) ha podido ser tercero. Es cierto que el Sevilla ha arrastrado, como casi todos, la camiseta, pero al final ha acabado, como casi todos, donde más o menos le viene correspondiendo. La única y necesaria excepción a esta regla tal vez haya sido el Getafe, equipo absurdo donde los haya, pero que, ya puestos, quizá hubiera merecido ganar la Liga para así poner de una vez por todas en evidencia la caducidad del negocio perpetrado en torno al fútbol por quienes han venido usufructuando en estos años los intereses creados; gente que no hace falta ser Stephen Hawking para averiguar quiénes son. No, no es un milagro que el Sevilla vaya a terminar la liga en el puesto que va a hacerlo, clasificado nuevamente para jugar la Europa League. Aunque visto de otro modo, sí lo es. Es un milagro que este Sevilla, malo y sin espíritu, no se vea obligado a tener que jugar la Liga de Campeones y tener que volver a verse las caras, un poner, con viejos amigos recientes como el Manchester City, el Liverpool o la Juventus, con los cuales esta vez no tendría otra cosa que hacer –de no mediar otro milagro- que el ridículo. En efecto, aunque no sea un milagro, es un milagro. ¿En qué quedamos entonces, existen o no existen los milagros? No existen, pero en ocasiones lo parece. Vaya si lo parece.