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La doble culpa de Lopetegui

ALGUIEN TENÍA QUE DECIRLO

Javier Santos
Javier Santos
02/03/2020

Pero, ¿qué quieren? El punto de vista a la hora de analizar las cosas es determinante para verlas de uno u otro color. Todos son en parte entendibles y todos son en parte rebatibles. Esa pregunta inicial, al parecer exclamada en privado por Julen Lopetegui tras la bronca al término del Sevilla-Cluj, es esgrimida en público por no pocos analistas extramuros a la hora de escudriñar el estado de histeria que se vive en parte del sevillismo. En el otro extremo del cuadrilátero también hay gente que exclama que todo va perfecto precisamente por eso, por la clasificación liguera y europea, sin profundizar más. Pero los que presumimos de mirar las cosas desde un lugar más o menos intermedio podemos alzar también la voz. Ni histeria ni simpleza en busca de la felicidad impostada. Sensatez.

Empecemos. Pero, ¿qué quieren, si van terceros y están en los octavos de la UEL? La pregunta les surge a muchos tras la doble bronca a Lopetegui del siempre sabio estadio Ramón Sánchez-Pizjuán tras dos 'victorias' y un espectacular directo a la mandíbula del Getafe. Pero está mal enfocada. No hay absolutamente nadie que le chille a su equipo por gusto o por ir tercero en la Liga y haber eliminado al Cluj, pretendiendo desbancar a Real Madrid y Barcelona o clasificarse directamente para la final de la UEL en febrero. ¿Estamos locos?Explicado el asunto tipo parvulario, sigamos con una reflexión: el Sevilla va tercero en marzo como lo iba en noviembre. ¿Por qué no protestaba su hinchada entonces y sí ahora? He aquí la cuestión a analizar. Si una grada chilla o protesta, normalmente es por algo.

Y algo pasa, es evidente. Primero, que el equipo ya no da tanta seguridad ni ofrece tanta solidez como hace tres meses, intensificando ese bajón en los partidos de local. Camina sobre un alambre del que no se ha caído ni sabemos si se caerá, pero del que se puede llegar a caer. Es un dato muy a tener en cuenta, más allá del tribunerismo. La tremenda igualdad de la Liga hace que todos los equipos estén en esa misma situación, y por detrás del Sevilla, ojo. Pablo Machín, con 9 puntos menos en la Liga a estas alturas, jamás se llevó una bronca del respetable, pues vivía en el otro extremo que Lopetegui: ganaba a casi todos los visitantes de Nervión con poderío ofensivo. Los puyazos sufridos fuera de casa no recibían reprimenda popular directa y quedaban sepultados por el siguiente triunfo como local. ¿Hay responsabilidad en Lopetegui? Por supuesto. También en los jugadores, casi siempre eximidos de toda culpa, pero tantos futbolistas en peor forma que hace tres meses y planteamientos un tanto conservadores ante rivales de perfil bajo hacen que todo lo que no sea criticar al entrenador fuese lo extraño e impropio de una afición como la del Sevilla.

El segundo dato a tener en cuenta es el pasado más inmediato. La caída en toda regla que sufrió el ilusionante Sevilla del curso pasado y que ha creado una psicosis general solamente vencible con el paso del tiempo. Machín murió con sus ideas y hay mucha gente que ve que Lopetegui seguirá la misma senda de cabezonería. Si aquel creyó que su Sevilla ultraofensivo que arrollaba en el Sánchez-Pizjuán podía pasearse de igual forma fuera de casa, este sigue convencido de que su Sevilla de 'formación de tortuga' que da réditos de visitante puede valer en Nervión. Quizás la gente ahora pague de golpe con Lopetegui toda la frustración acumulada en los últimos años (también pasó en parte en el curso dirigido por Berizzo y Montella). El técnico vasco, además, nunca ha gozado de popularidad en el sevillismo. Hay mucha gente que le está esperando, callando cuando todo va bien y gritando cuando todo va mal (?). Soslayando, sin ir más lejos, la muy buena primera parte frente al Cluj para reducir su análisis a la reprochable segunda, incluso esgrimiendo una ilegalidad del rival para atizar al técnico.

Cuando arribó Lopetegui al Sevilla recuerdo haber escrito que necesitaría dos cosas: decir poco en las salas de prensa y empezar relativamente mal (inevitable superstición gitana que enlaza con la psicosis sevillista tras las últimas temporadas). Lo primero lo hace; lo segundo, no. Y encontramos aquí la doble culpa de Lopetegui, clave de toda esta histeria desmesurada. Con un proyecto en su fase uno, con mil caras nuevas y con el hándicap de no haber podido ser completado, el técnico mostró a la afición un Sevilla poderoso, fuerte, con oficio y convencido desde el primer día, creando unas expectativas desmesuradas. Muchos creyeron que esta reconstrucción que ha emprendido el Sevilla estaba ya finalizada. Sólo había que esperar a mayo para campeonar o empezar a escuchar de nuevo el soniquete de la Champions. Y no (o sí, ya veremos). Exacto, Lopetegui es el culpable. Pero el doble culpable. Y sí, el sevillismo sigue siendo el ideal de la mezcla entre exigencia y conexión con su equipo. Si protesta será por algo, aunque se cuelen tribuneros. Pero un poco de autocrítica vendría bien, tanto en el entrenador, que no entiende a quienes le chillan, como en quienes piden cambiar otra vez al entrenador, presos ellos de una histeria que se está contagiando al vestuario. Dénle a la hinchada seis tíos atacando en casa a un rival inferior y en inferioridad y verán fotos parecidas a la que ilustra esta opinión y que muestra muchas cosas, la mayoría positivas.