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Todo siglas: ERTE y SFC

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
17/04/2020

Desde el lado frívolo la pandemia ha traído un buen montón de refritos de tipo léxico. Hemos visto ya cómo se inventó la corona-burger. En Rusia se hacen corona-broches en joyerías de postín. Los guardias de la India usan corona-cascos para espantar –y apalear de paso– a quienes se saltan la cuarentena por las calles. El terrible 21 marzo (Día Mundial de la Poesía), se lanzaron al mundo millones de corona-versos. En la Unión Europea –es un decir– los infames calvinistas se niegan a conceder corona-bonos a los manirrotos católicos del sur. Al día circulan cientos de corona-memes. La egregia peña de los corona-bobos la forman Boris Johnson, Donald Trump, López Obrador y Bolsonaro (alias ‘Resfriadinho’). Por no hablar del corona-jeta del rey de Tailandia, confinado con sus concubinas en las montañas de Baviera.

Hay motivos para el terror total: a la gente confinada le da por escribir su día a día a través de ‘covidiarios’. Los artistas nos dan la brasa con sus corona-canciones para ¿alegrarnos? el confinamiento. TVE se gasta las arcas públicas en corona-series ¿cómicas? que nos vuelven tan coléricos como el profeta Elías. Abuelos, hijos y nietos se dan corona-besos a través de los chirimbolos digitales. Los medios de comunicación nos ofrecen a diario el corona-parte de muertos, contagiados y resurrectos. Conocemos a diario la infracción cometida por tal o cual 'covidiota', término al que se refiere la filóloga Lola Pons, de la Universidad de Sevilla. Y así van pasando los 'covidías', que se desgranan como las cuentas del rosario apocalíptico que tal vez rezara el evangelista Juan en la isla de Patmos.

Lo dicho, los refritos son variados. En tiempo de incerteza y tiniebla no podía faltar el corona-ERTE, preámbulo y hermanastro del ‘covidERE’, cuyo espantajo asoma ya por la raya ceniza del mañana. Es este último refrito, el corona-ERTE, el que aquí nos ocupa. Como todo el mundo sabe el SFC presentó su polémico ERTE (abreviamos el refrito) a casi todos los trabajadores del club. Muchas voces se alzaron contra el mal estilo que ha tenido la jerarquía de Nervión respecto a los cuadros bajos de sus empleados. Las formas probablemente han sido feas e insensibles. Pero, estética aparte, nadie de fuera puede sentenciar nada sobre la idoneidad o no de la medida respecto al gran castillo de los números. ¿Qué sabrá nadie de tan oscuras arcas, de tanto dinero inflamado, de tanto naipe? Un club de fútbol es una empresa ficción (la junta de accionistas es como el teatro del karagoz). El balance entre pasivo y activo debe parecerse al estudio de la cábala en los fértiles tiempos de la Provenza judía. Por mucho que se quiera el fútbol no es un deporte (no hablamos del fútbol modesto sobre tierra y patatal). En el mundo del balón el capitalismo se rige por el culto a su propio Mammón.

Si la hubo y queda demostrada, la bajeza de la alta dirigencia será pagada cuando el coliseo abra sus puertas al ansioso pueblo para que éste pueda expresarse. Será cuando toque, allá por la lejanía inconcebible de agosto o septiembre. O durante el teatro de sombras de la junta de accionistas, allá por Navidad, cuya sola evocación da escalofríos.