muchodeporte.com Sevilla FC

Las peñas hacen peña

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
01/05/2020

El fútbol profesional va a comenzar su Fase 0 en España. Pero la sombra de Francia es alargada y perfora el frontón nevado de los Pirineos. El gobierno galo ha ordenado el fin de la competición. El PSG es el campeón de la mutilada edición 2019-2020. Los hinchas del PSG podrán celebrar "la felicidad de estar triste", como dijo, precisamente, el francés Víctor Hugo. Porque debe ser el título más triste de la liga más emotivamente triste. El PSG le llevaba 12 puntos al Olympique de Marsella, segundo clasificado. Recuerda a nuestra liga de tantas otras ediciones, cuando Barça o Madrí, campeón ya el uno sobre el otro a falta de cuatro o cinco jornadas, sacaban además una docena de puntos o más al resto de la burguesía menos pudiente.

El título de la liga española está abierto. El Barça le saca sólo dos puntos a su oponente. A estos niveles, que nos son ajenos, la emoción puede que se imponga al duro plató de los estadios vacíos. Al sevillismo sólo le interesará saber si logrará o no su plaza de Champions y qué pasará con un posible VI Paragüero de Europa. Pero sucede que cierto sevillismo –y parte de los aficionados en general– se opone a que se reanude el fútbol con un balón pinchado. Porque esto sería el fútbol en la era Covid-19: un balón pinchado, la emoción de cemento de las gradas vacías. Para el forofo todo sería como una emulsión de emociones chocantes. Hay quienes quieren que vuelva el fútbol como hierbabuena para los nervios. Pero hay quienes no lo quieren. Es el caso de las muchas peñas sevillistas, que han publicado un duro manifiesto contrario a la vuelta al fútbol. Dicen que los gerifaltes de la Liga (y por extensión los del club), han perdido el norte. Hay que primar la salud, la solidaridad con quienes luchan contra la pandemia en la ya famosísima primera línea de combate. Nadie les quita razón, aunque uno aprecie alguna que otra veta de solidaridad ideológica. Y cierto es también que son peñas transversales, como se dice ahora, y que el manifiesto lo firman sevillistas de varia condición. A raíz de la última crisis de 2008, el anciano Stéphane Hessel publicó su manifiesto ¡Indignaos! El manifiesto fue una especie de jeremiada naif, pero que prendió en incautos y dio alas a los futuros morados de hoy. Su lectura nos provocó vergüenza ajena y acudimos al primer bar –¡volved ya, por favor!– para empinar el codo y no el ortopédico puño en alto. Por eso uno desconfía de los manifiestos.

La división está servida. Hace tiempo que en España todo o casi todo es riña y enconamiento. Puede que los estacazos del cuadro de Goya nos alcancen también a nosotros, el pueblo de Nervión. Si Su Sanidad lo permite, dicho sea al profano modo, muchos queremos que vuelva el fútbol, aunque sea con el balón pinchado y con el inmenso y triste tifo de las gradas vacías. Uno respeta a los compatriotas que no quieren que vuelva el fútbol. Pero el fútbol –y ya lo hemos dicho aquí otras veces– es una emoción industrial. Nos da energía a nivel industrial. Y más que un negocio (con su parte de vileza y ruindad), es también industria, nos guste o no el bendito monstruo que todos hemos creado con más o menos complacencia.