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Detalles de campeón

Antonio Félix
Antonio Félix
07/10/2020

El arranque de la temporada no ha hecho sino confirmar, si no intensificar, nuestra presunción: será difícil, cómo no, pero el Sevilla se encuentra ante una oportunidad histórica para pelear la Liga. El Madrid está avejentado, el Barça y el Atleti siguen en combustión y no hay nadie más por ahí que amenace con echarse al monte, así que la situación pinta de lujo para que el equipo de Nervión, en un pico de rendimiento, poder e intimidación, dé el gran golpe. El respeto con el que el Barcelona, en su propia casa, le jugó y la sensación extendida de que fue el propio equipo de Julen quien perdió esa oportunidad realzan la intuición de que todo es posible en este extraño año... siempre que el Sevilla mantenga su imponente nivel, respecto a la cual se hace necesario hablar, no sin inquietud, de algunos nombres propios. Vamos con ellos.

Rakitic. Sin lugar a dudas, la gran decepción en este inicio de curso. Tras la absurda marcha de Éver Banega, no había mejor manera de llenar ese hueco que con el regreso del gran croata. Así fue universalmente entendido y celebrado. Rakitic llegó y cargó de inmediato con todos los galones. Sin embargo, su rendimiento ha estado muy lejos no sólo del nivel que se le presume, qué diablos, sino del que todos le conocemos. Salvo la pillería del penalti en la final de la Supercopa con el Bayern, no se le recuerda mayor aportación al equipo. Se le ve lento y extrañamente torpe, probablemente fuera de forma y desacoplado en el esquema de Julen Lopetegui, a pesar de jugar con una gran libertad por detrás del delantero. Es difícil pensar que Rakitic no recupere, más pronto que tarde, su finura y nos deleite como lo que es: uno de los mejores futbolistas que se han puesto la camiseta del Sevilla. Pero, de momento, no está ni para ser titular.

Ocampos. Si tenemos que remitirnos al momento en el que Ocampos comenzó a bajar, tenemos que hablar de Suso. Y, con él, de las mentiras del fútbol. Ya saben: se ficha en función de las necesidades del equipo, siempre pensando en el colectivo y tralarí, tralará. A Suso se le fichó por ser una debilidad de Lopetegui, a pesar de que en el sitio para el que venía, la banda derecha, había un auténtico cañón con el futbolista argentino. Su sociedad con Jesús Navas tenía pinta de pasar a los anales de la historia blanquirroja. Ocampos resultaba sencillamente imparable... hasta que apareció Suso, lo cambiaron de banda y por allí resultó otra cosa. Un futbolista notable, pero nada comparado con el terremoto que hasta entonces había maravillado al mundo. Y en ésas estamos hasta hoy. Suso, cuyo nivel está a años luz de la inversión que el Sevilla realizó por él, sigue instalado como fijo en la derecha y Ocampos se ha convertido en otro buen jugador más en la izquierda. Y ése es un lujo que el Sevilla no debiera permitirse.

Diego Carlos. En realidad, como en el caso de Ocampos, el bajón de Diego Carlos no le vino del todo mal al Sevilla. Si ambos hubieran mantenido su nivel, se hace difícil pensar que algún grande no hubiera venido por derecho a pagar su cláusula. Pero al coloso brasileño le dio por empezar todos los partidos haciendo penalti. Y hasta en la final de la Supercopa regaló, también, el córner que acabaría con el gol de Javi Martínez y la derrota sevillista. Así que vale, guay, el mercado se ha cerrado y los buitres ni se han acercado a por Diego Carlos. Ya puede dejar de fingir y volver a convertirse en uno de los defensas más impactantes y fiables de la Liga. Ese dúo con Koundé es un auténtico espectáculo.

Los refuerzos. Cometemos, a propósito, ese error tan común en el fútbol de dar como sinónimos fichajes y refuerzos. La sensación este año en el Sevilla es que han llegado más primeros que segundos. Hemos hablado de Rakitic. Es pronto para los nuevos Idrissi y Rekik y ya conocemos a los 'viejos' Suso y Bono. Marcos Acuña parece lejos de hacer olvidar a Reguilón y ni siquiera está claro que dé algo más que Escudero. Queda el enigma de Óscar Rodríguez, un chaval con una pinta a la medida del Sevilla a quien, sin embargo, Lopetegui apenas da bola. ¿Un nuevo caso Dabbur?