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Fundido en negro: la selección

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
13/11/2020

Decía San Agustín que el espíritu es la memoria. Hemos leído varias veces al inmenso doctor de la Iglesia católica. Pero no nos ha servido de mucho si damos por verdad lo dicho por su sapiencia. Si el espíritu es la memoria, poco espíritu albergamos bajo la costra que más de uno arrastra. Es nuestro caso. Pongámonos a recordar ciertas cosas y veremos cómo la recordación no es más que un café de bote, malo y soluble. Ahora que la selección española va a jugar en Sevilla contra Alemania en La Cartuja, nos acordamos de la adolescencia tardía o de las chiribitas de la primera mocedad. Decimos mocedad y no juventud porque es una hermosa palabra en desuso y porque, además, es del todo cacofónica, pero castrada de toda vibración. La mocedad perdida es como un estadio vacío, donde no existe melancolía alguna y donde el eco no alcanza a las mudas gradas.

Era en el tiempo en el que a Sevilla se la llamó el jugador número 12 de la selección española. Desde el 12-1 a Malta, en plena fragua de los 80, la capital hermosamente alicaída del sur de Europa se convirtió en la ciudad talismán hasta bien entrados los años 90. Hasta entonces, los suicidas se arrojaban con eficacia desde la Giralda, el largo murete de la calle Torneo junto a las vías del tren era el muro de las lamentaciones y la droga dura mataba a las jóvenes guarniciones de todas las clases sociales. Y es aquí donde, al rebuscar en la escombrera, apenas si recordamos nada fiable. Si acaso, de recordar algo, lo hacemos con la fórmula del peor café soluble y de bote. ¿La selección española en Sevilla? Sí, es verdad. De cuando en cuando iba uno por entonces con la pandilla a los partidos de España. Pero no recordamos más que un ondear de banderas españolas en la calle Tajo de Heliópolis, donde se bebía cerveza a gollete y se notaba, de paso, cierto aire agónico a Fuerza Nueva y alrededores. No nos acordamos contra quién jugó España por entonces en la sede de Heliópolis, ya fuera una o varias veces desde lo de Malta. Y tampoco nos acordamos de contra qué equipo jugó la vez que vimos un partido de España en la grada alta de Gol Sur del Sánchez-Pizjuán. Aquello era un palomar. Uno se sentía como extraño en su propia casa, lejos del hogar de tribuna de preferencia, junto a uno de los córneres o, como sería algo más tarde, lejos también de la zona de voladizo cubierto, de donde uno solía desertar alguna que otra tarde de domingo para ir a la bulla de Gol Norte con la peña incondicional.

Lo dicho: no recordamos nada o apenas nada de aquellas tonterías acerca del jugador número 12 y de la ciudad talismán. "Lo recuerdo todo, pero no entiendo nada", decía Italo Svevo en la estupenda novela La conciencia de Zeno. Recordarlo todo y no entender nada es casi igual que no tener memoria por falta de fluido: llámese espíritu. Tanto monta. A propósito del partido del martes contra Alemania, el consejero Imbroda ha dicho entre otras cosas que el estadio de La Cartuja está a disposición de los dos clubes sevillanos para todo lo que quieran. Se agradecería tal grado de generosidad si, por ejemplo, como socio del SFC, a uno le dieran una entrada gratis para ver algún que otro concierto del mainstream cultural que ahora tanto echamos de menos con la pandemia. La última vez que entramos al catafalco deportivo de La Cartuja fue para escuchar a AC/DC en la voz de Axel Rose, sentado en una silla de ruedas, ante la afonía de Brian Johnson.

Creemos que las buenas palabras del consejero del ramo van por otro lado. Ni por asomo vamos a abandonar Nervión para ir a las quintas del lejano terreno poncino (hemos conocido ahora que, por estar el estadio en parte del municipio de Santiponce, a sus ilustres vecinos se les llama poncinos). Ha dicho Imbroda también que, al recuperar La Cartuja, el complejo se erigirá por fin en un parque temático del deporte. Es justo lo que nos parece la memoria sin el recuerdo. O sea, un parque temático muerto y abandonado a la intemperie. Y ahí es, en este lugar inhóspito, donde dicen que jugaba España sus partidos en aquella ciudad talismán.

Imagen: medios oficiales RFEF