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De nuevo la normalidad

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
20/11/2020

Sólo nos hemos reconciliado con el sopor de la llamada Liga de las Naciones cuando hemos echado un vistazo a ciertos duelos entre países que siempre avivaron nuestra curiosidad. Hemos dicho por aquí varias veces que el fútbol procura plácidas lecciones de geografía si uno se toma su tiempo y consulta Google Earth o repasa los viejos atlas coloreados para comprobar hasta qué lejanos confines llega rodando un balón de fútbol. Por eso hemos paladeado los resultados de algún que otro exótico partido como si hubiéramos viajado a los lares más apetecibles de Europa, el Mediterráneo oriental o Eurasia.

Uno tiene sus preferencias, claro está, de modo que hemos prestado gustosa atención a los últimos encuentros disputados entre Montenegro y Chipre, Kosovo y Moldavia, Albania y Bielorrusia o Georgia y Estonia. El resultado nos ha dado igual. Hemos sabido de la hazaña de la selección armenia ante Macedonia del Norte, con Joaquín Caparrós, entrenador de la doliente Armenia, entrando en ardor patrio al alcanzar el sueño de estar en la Liga B de esta Liga de las Naciones. Lo ha conseguido, además, con sólo 13 jugadores disponibles, dados los estragos del covid-19. Podríamos haber pensado que algunos de sus muchachos se hallaban destinados en el frente bélico de Nagorno-Karabaj para combatir contra el enemigo azerí. Pero no ha sido así finalmente. Sí hemos visto a Caparrós con el citado rictus de euforia, pidiendo que pusieran el himno de Armenia en su estadio para así restañar de paso la herida por la derrota de los hijos del Monte Ararat en la guerra contra Azerbaiyán. No me dirán ustedes que un Armenia-Macedonia del Norte, con su emotiva carga sentimental, no ha sido muchísimo más interesante y digestivo que el celebrado 6-0 que España le endosó a Alemania en los umbríos y húmedos pagos de La Cartuja.

Pasado, pues, el irritante paréntesis de las selecciones, ahora toca volver a nuestras benditas rutinas. ¡Vuelve la Liga! En lontananza gozamos de la gula venidera, con ese festín de partidos que el SFC disputará hasta Navidad entre Liga, Champions y Copa. Vuelven, por tanto, las previas y las crónicas que más nos interesan. De un tiempo a esta parte, por culpa también de las dichosas selecciones, prestamos atención especial al parte de heridos entre los jugadores. Sí, saboreamos la gula que se aviene, pero también somos conscientes que, como dice Lopetegui y como comprobamos en la Lección de anatomía de Rembrandt, los jugadores sólo tienen dos pulmones y dos piernas. El fútbol es una maquinaria, pero los futbolistas, hasta nueva orden, son de carne y hueso. Suso ha vuelto a recaer. Jesús Navas nos tiene en ascuas. Nos alivia saber que el parte podría haber sido muchísimo peor. De entre los incógnitos, parece ser que el misterioso Idrissi empieza a entonarse. De Gnagnon, sin embargo, no sabemos si sigue en modo croqueta de puchero o si el orondo muchacho está luchando por alcanzar el perfil de los esbeltos nubas del Sudán que fotografiara la gran Leni Riefensthal.

Viene ahora a visitar nuestro hogar el Celta de Vigo, con su preciosa camisola celeste y su precioso escudo rojo con la cruz de Santiago. Anda necesitado de aire y por eso han recurrido a un nuevo entrenador argentino, un tal Chacho Coudet, que nos trae recuerdos de otro argentino de impagable estampa, Antonio ‘El Turco’ Mohamed (recuerden aquellas gafas de sol que gastaba para ver los partidos en horas de cegadora luminosidad en Balaídos). No se sabe aún si el tal Chacho podrá sentarse en el banquillo por asuntos de burocracia y mérito en el oficio. Ya se verá.

Sea como sea, el SFC necesita ganar para cobrar un prurito de normalidad en la Liga, que es el campeonato de la deliciosa normalidad. Por eso nos conformamos, en principio, con ver un partido de Liga de nuestro equipo, sin más paréntesis ni huecos en el vacío por culpa del fútbol de selecciones. La normalidad, a veces, no resulta tan normal.