muchodeporte.com Sevilla FC

1-2: Tres ídolos salidos de ninguna parte

Lucas Haurie
Lucas Haurie
19/01/2021

Son héroes inopinados, sin duda, los que dieron al Sevilla un sufrido triunfo en Vitoria. Los dos fichajes del invierno pasado, que tan poco (¡a tan pocos!) convencían hasta antier, y el portero suplente hasta agosto. Pero los dioses del fútbol también escriben derecho con renglones y ahí está el equipo de Lopetegui, que puede ser genial y cabezota seis veces alternativamente en una sola noche, encaramado a la cuarta plaza después de un partido contra el Alavés que tuvo dos goles en diez minutos –el acostumbrado de En-Nesyri y el que Sergi Gómez regaló a Edgar–, el decisivo a la media hora mediante pequeña obra magistral de Suso y el estrambote de un penalti parado por Bono cuando el reloj galopaba hacia el noventa.

Con Sergi Gómez, a los pocos meses de su llegada, se suscitó una duda poco menos que existencial. ¿Era una versión vernácula de Kjaer o era el danés un alter ego vikingo de él? Sea como fuere, conformaron una de las parejas de centrales más aterradoras de la historia reciente del Sevilla. Caparrós fichó a Gnagnon y Monchi trajo a Rekik para descender al catalán en el escalafón de defensores, sin que Lopetegui se dé por aludido. (No nos engañemos: ninguno de los dos es Baresi redivivo.) Pero ahí sigue el central, a quien Luis Enrique tuvo la humorada de convocar para dos partidos de España sin que llegase a debutar como internacional. Esta temporada, ya le concedió al rústico Kike García (Eibar) el gol de la victoria en Nervión y aupó a la cima de los artilleros europeos al veterano Giroud. El sevillismo vive en un “ay” cuando juega Sergi Gómez en quien, justo es consignarlo, todos sus compañeros y empleados del club ven a un tipo encomiable, plagado de acrisoladas virtudes, de esos personajes que conviene siempre tener en el vestuario.

Contagiado por el coronavirus Diego Carlos, la mayor aspiración de crítica y público era que Sergi Gómez no metiera fatalmente la pata durante su ausencia. El brasileño faltará al menos a cuatro partidos. A los diez minutos del primero, un sonoro bofetón de realidad terminaba con tan poco ambicioso anhelo. Había adelantado En-Nesyri al Sevilla a los tres minutos, al culminar en el segundo esfuerzo un milimétrico servicio de Jesús Navas. Pintaba bien la noche glacial en Mendizorroza de no ser por la enojosa manía de este equipo de derrochar ventajas tempraneras. En efecto, un saque de banda de Ximo Navarro pasaba sobre la cabeza del central barcelonés, reactivo en su vano intento de despeje y no proactivo para anticiparse al bote, y Edgar marcaba el empate. A empezar de nuevo, o sea, con un pelín menos de tiempo.   

La noche volvía a esa calma chicha que tanto parece gustarle Lopetegui, un duermevela del que se despertó abruptamente por obra y gracia de Suso. Era el Alavés, con una entusiasta presión alta ordenada por su nuevo entrenador, el que más cerca parecía del gol pero fue el gaditano quien lo encontró a la media hora en su jugada predilecta, esto es, conducción en diagonal desde la derecha y zurdazo violentísimo a la escuadra. El vuelo meritorio de Pacheco, que rozó el balón con la yema de los dedos, le añadió plasticidad al chicharro. Será todo lo discontinuo que se quiera el exmilanista, vale, pero tiene la clase que no se compra en el supermercado, esa capacidad para decantar los partidos que no sobra en el plantel sevillista.

Conocía el zorro de Abelardo el punto flaco del Sevilla que dirige su buen amigo Julen, esa desesperante insolvencia para conservar marcadores favorables, y por eso se lanzó con todo en los minutos finales, después de que Suso hubiese rozado el 1-3 y que Lopetegui perpetrase el Gudeljcambio (¿otra vez? Sí, otra vez) que propició la consuetudinaria lluvia de balones sobre el área de su equipo. Deyverson y Joselu engancharon sendos cabezazos que bien podrían haber supuesto el empate, que se apareció en toda su tenebrosidad en el último minuto, en una jugada endiablada con ambos delanteros babazorros como protagonistas. Justo antes, Ximo Navarro había marcado en propia meta y el gol fue anulado, como dicta la norma ahora, por una mano accidental de En-Nesyri. Nada que decir. Pero en la otra área, en la acción siguiente, un toque en el brazo de Deyverson provocó un barullo saldado con córner. Como el VAR no revisa los saques de esquina, éste se lanzó y Koundé, cayéndose, cometió un penalti de esos que queda a discreción de Díaz de Mera Escuderos, que tuvo la mala uva de pitarlo. Fue, más que un perjuicio arbitral, una concatenación de fatalidades que habría desencadenado una ola de quejas si Bono no llega a detener la pena máxima que lanzó, atenazado por el miedo, Joselu. Hasta blocó el balón el quebequés que, definitivamente, tiene baraka.

Ficha técnica:

Deportivo Alavés (1): Pacheco, Martin Aguirregabiria (Borja Sainz, minuto 62), Ximo Navarro, Lejeune, Laguardia, Rubén Duarte, Edgar (Deyverson, minuto 68), Battaglia, Tomás Pina (Manu García, minuto 86), Luis Rioja (Jota Peleteiro, minuto 68) y Joselu.

Sevilla FC (2): Bono, Jesús Navas, Sergi Gómez, Koundé, Marcos Acuña, Fernando, Joan Jordán (Gudelj, minuto 77), Rakitic, Suso (Óliver Torres, minuto 92), Ocampos (De Jong, minuto 62) y En-Nesyri (‘Mudo’ Vázquez, minuto 92).

Goles: 0-1, minuto 3: En-Nesyri. 1-1, minuto 11: Edgar. 1-2, minuto 30: Suso.

Árbitro: Díaz de Mera Escuderos (Comité Castellano-manchego). Amarillas para Lejeune, Edgar, Pere Pons, En-Nesyri, Bono y Jesús Navas.