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Oración por San Florentino Mártir

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
06/05/2021

El lunes por la noche, ante el molesto Athletic, el SFC se incineró a sí mismo como los aqueos muertos y honrados frente a los murallones de Troya. Como es de recordar, una gran pira de fuego solía rendir el último adiós a los héroes caídos bajo la ciclópea mirada de los dioses. La de los aqueos sería finalmente una victoria de inmortal leyenda. Pero al sevillismo le ha tocado cumplir su papel de troyano. La cólera de Aquiles ha arrastrado el cadáver de nuestra ilusión, igual que aquél hizo con el bravío pero humillado Héctor a ojos de los suyos.

Sí, quizá estamos pecando de tremendismo comparativo. Si traducimos lo dicho al mortal y más graso lenguaje de la realidad, diremos que el sueño de ganar la Liga acabó de un sopapo el lunes pasado. Así de crudo. Así de simple. Sabíamos que todo era eso, un sueño, un espejismo, una alucinación de fontanales y vergeles en el desierto del Gobi. Pero todo se ha ido al garete con el gol del muy vascongado Iñaki Williams, un RH negativo de toda ley (Arzallus, nunca te olvidaremos).

De aquí al final del campeonato nos queda un tiempo como de intermedio morboso. Podemos ser jueces en todo o casi todo: título, descenso y aspirantes a la Europa League. Seremos jueces, pero con la toga floja o medio caída, como la túnica de ese Cristo sexy de la hermandad de La Milagrosa. El Real de Madrid ha sido eliminado de la Champions y llega al final de temporada echando los bofes, arruinado físicamente. El domingo por la noche el SFC no tendrá mayor aliciente que dejar sin título de Liga al equipo de nuestros más declarados amores. Jugará sin presión, pero hará mal en no competir y dejar fuera de toda aspiración a la antipática franquicia comercial de Florentino Pérez. Nos espera la campa de Valdebebas, que como todo Madrid (esa Tabernia de España), aún vivirá la resaca del triunfo de Ayuso, néyade del estanque del Retiro y Lady Madrid, como la llaman. Ganar al Real de Madrid siempre nos produce regusto, aunque desde la nueva capital de la Libertad y de la Mahou nos desdeñen y nos digan que somos unos acomplejados de segunda. Hay que admitir que a menudo, sin la excusa arbitral, nos han vencido por ablandamiento de nosotros mismos. Si esta vez les ganamos, encomendaremos nuestras oraciones a San Florentino Mártir, en memoria póstuma de su Superliga, donde el salvador del fútbol ha quedado abrasado. Por eso la hoguera de la Superliga nos recuerda muy placenteramente a la ardiente parrilla donde dieron martirio a San Lorenzo, en tiempos del emperador Valeriano.

Queda, por tanto, lo dicho. Un tiempo como de intermedio o de extraño compás. La Liga no ha acabado, aunque para el SFC ya casi lo ha hecho, mientras aún pisamos los trozos rotos del que fuera nuestro sueño de cristal. De algún modo estamos pensando en largo vuelo, acerca de cómo será el SFC de la temporada que viene, en la era de la supuesta pospandemia. Pero mientras la normalidad o su remedo llega o no, pensemos en vuelo corto y en la finca de Valdebebas. Hagamos de ella otra parrilla ardiente.