muchodeporte.com Sevilla FC

Prohibido el balón en San Lorenzo

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
30/07/2021

Como era de prever, últimamente andamos cual bisojos, al modo Sartre. Por un lado, atendemos al devenir de las olimpiadas y, por otro, requerimos información y no ficción sobre posibles fichajes en torno al SFC. Los JJOO nos distraen en los tiempos muertos. Aquí un poco de vela, más tarde baloncesto, algo de vóley-playa, la cuota de balonmano, otra ración de hockey hierba, un poco de gimnasia y drama excesivo (Simone Biles), otro poco de llantina en judo (Niko Shera) y, para rematar, su punto de tenis con golpe de calor (Paula Badosa). Con todo, si hemos de elegir, nos quedamos con el waterpolo y con la bella estampa de siempre: el hombre-boya que marca, saca y agita el puño con virilidad y, acto seguido, vuelve a la zona de su portería con nado parsimonioso y, al unísono, respirando con la boca torcida. Una maravilla.

Dicho lo dicho, aunque nos entretiene la olímpica ociosidad (agradecemos de hecho la soñarrera que nos entra viendo la competición de tiro), la verdad es que preferimos que vaya llegando ya el 8 de agosto. Acabarán los Juegos y habrá más espacio dedicado al SFC en webs y radios. Así somos, fanáticos de perfil bajo y probablemente nulos en cuanto a espíritu olímpico. En las últimas horas parece que sí se agita el árbol de los fichajes. La fruta madura de Koundé está al caer. El tiempo dirá si ha caído del árbol prohibido, si la hoja de parra tapará o no el posible desnudo en defensa.

Por otra parte, subidos aún sobre la quinta ola del coronavirus, los socios nos enteramos hace nada de que tenemos una semana apenas para poner al día la cartilla: el carné. Nadie sabe cómo ni cuándo vamos a volver a Nervión. De hecho, pensamos en esto mismo, en volver a las gradas, en el regreso a la Casa del Padre, y nos parece que nos estuvieran hablando de la Utopía de Tomás Moro. Quizá con la vendimia de septiembre podríamos estar pisando la uva de nuestra pasión. Quién sabe. Pero aún no nos vemos en escena, ni gritando gol, ni observando la fauna amiga alrededor, ni admirando la belleza de la hierba bajo los focos del estadio, ni detectando cómo les queda el traje de faena a los nuevos del equipo, ni contemplando la coreografía de animación en Gol Norte... No nos vemos en escena, la verdad. Será tal vez raro o duro o las dos cosas a la vez comprobar el asiento vacío que tal vez se ha llevado la pandemia y que, en el mejor de los casos, ha sido ocupado por otro compañero de reemplazo.

Mientras todo esto llega como utópica chiribita, de momento nos enteramos de la noticia que verdaderamente ha conmocionado al fútbol de la ciudad. El ayuntamiento ha prohibido jugar al balón en la Plaza de San Lorenzo. Nos divirtió saber un día que en el viejo El Sardinero había un cartel que avisaba que no daban agua a los niños sedientos y sudorosos. Pero esto otro, prohibir jugar a la pelota en San Lorenzo, supone amputarnos a todos la única moviola creíble: la infancia. Se merecería un balonazo el mismísimo Gran Poder si es verdad que la hermandad así lo ha pedido. Que el propio Señor los perdone.