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Papeles perdidos

Antonio Félix
Antonio Félix
01/03/2023

Seguramente a lo largo de la temporada del Sevilla no vaya a haber una imagen más icónica que la protagonizada por Marcos Acuña en el tramo final del partido con el Osasuna, arrebatando a sus compañeros Gudelj y Óliver el papelito de instrucciones que les había remitido Jorge Sampaoli, para estrujarlo con violencia y arrojarlo como puro estiércol a la hierba. La escena comprime con terrible precisión el estado en el que se encuentra el Sevilla, caracterizado, digamos, desde hace un año hasta aquí, por una paulatina, constante y dramática pérdida de papeles.

El desconcierto es tozudo y universal. Todo el club, de cabeza a pies, parece haberse contagiado de un virus que les lleva a tomar decisiones inauditas, absolutamente discordantes con su proceder habitual. El libreto con el que el Sevilla logró los mayores éxitos de su historia se lee ahora al revés. Nadie da pie con bola. La directiva está perdida, únicamente preocupada por salvar sus exageradas soldadas, envuelta en una grotesca guerra por el poder y sin mayor margen de maniobra en lo deportivo toda vez que, ahí, las llaves pertenecen a Monchi. En el catálogo de responsabilidades, la del director deportivo es la más grave. O, al menos, la más dañina. Económica y deportivamente, sus decisiones de un tiempo acá han llevado al club a la ruina. Todo con la complacencia de sus superiores, incapaces de rebatirle al mito. La situación es tan violenta que el principal elemento en las mayores gestas del Sevilla es el que amenaza hoy con mandarlo a Segunda.

Frente a todo este sinsentido, Sampaoli se había alzado como un muro de contención. Sorprendentemente, pues no dejaba de extrañar que alguien caracterizado precisamente por su histrionismo pareciera el más sensato en esta casa de locos. Desgraciadamente, no ha durado. Ese muro ha caído, y lo ha hecho con estrépito. La calamidad del Camp Nou se consintió como una veleidad, pero lo acontecido frente al Osasuna se desvela ya como un síntoma altamente preocupante. No hay equipo que no se parezca a su entrenador. Y es un horror que el Sevilla se parezca a este Sampaoli colérico.

En descargo del técnico hay que decir que juega sin cartas. A contraestilo. Con los elementos de que dispone, es evidente que Sampaoli no puede desarrollar el juego que predica. Lo inusual, pues, es que sabiendo eso Monchi se decidiera por su perfl y que, visto ahora lo visto, el entrenador haya decidido permanecer en su lugar, algo por lo que, ciertamente, nadie dábamos un duro. Es injusto culpabilizar a Sampaoli de los males del Sevilla. El entrenador no es responsable de que, en invierno, sólo se firmara a un central y se traspasara a Carmona y Salas. Sampaoli no es quien creó los problemas, pero sí quien ahora los acentúa. Lo hace con sus decisiones técnicas (la vuelta a Rakitic, los cambios de Navas y Fernando, la reincidencia en Telles como central) y lo hace con la emulsión de un carácter perturbado que, insensatamente, ha transmitido al equipo. Como consecuencia, el Sevilla vuelve al hoyo. El lío es otra vez tan gordo que exige decisiones drásticas y, en buena medida, dramáticas. La primera es tirar Europa, ponerlo todo en la permanencia y dejarse ya de papelitos.