El Sevilla recupera el espíritu de los éxitos

La fábrica de humo

Miguel Ángel Chazarri 09/05/2018

Pues Caparrós, mire usted por dónde, ha levantado al muerto. Ya es una realidad. El primer partido ante la Real no pasó de una buena puesta en escena, sin más, de todo lo que sabemos que es Caparrós. No quedó clara la recuperación. Ahora ya sí. No porque el fútbol del Sevilla sea muy allá, entre otras cosas porque se dispone de la materia prima que se dispone, pero sí por tesón, ayudas entre los compañeros, nadie escaqueándose, todos apretando, haciendo esa faltita justa en el momento justo... Fútbol. No el otro fútbol. Fútbol, sin nada por delante. Y fútbol del que le hacía falta al Sevilla, una dadivosa madre hasta la llegada de Caparrós, ahora un grupo que empieza a aprender triquiñuelas. Clama al cielo que Caparrós tenga que dirigir los pasos de sus futbolistas desde el banquillo. A Muriel le dijo que no saliera corriendo del campo con el resultado a favor. A Ben Yedder, que se quedara en el césped al estar lesionado. ¿Dónde han aprendido estos futbolistas lo que se debe y no se debe hacer en un campo de fútbol?

En fin, no es el día de afear mucho el partido, pues una victoria ante el Madrid siempre tiene brillo. No fue el Madrid rutilante, pero cualquiera de esos jugadores es bastante mejor que lo que tiene el Sevilla, con permiso de Nzonzi. El Sevilla controló bien el partido, el Madrid apenas tiró a puerta en la primera parte y por contra cayeron dos goles. ¡Milagro! El Madrid no estaba. Su mente ya se ha ido a Kiev, lo más normal del mundo.

La segunda parte transcurría más o menos de la misma forma. Quizás con el Madrid apretando más y con Sergio Ramos preparando el número. Si el encuentro no quedó resuelto fue porque Ben Yedder y Muriel no acertaron. Ante los grandes, pecado mortal. Cayó el tercero, pero luego el Madrid de la nada se sacó dos goles, uno de ellos marcado por Sergio Ramos. Pidió perdón después de buscar con ahínco su momento, de tirar dos penaltis, de lanzar las faltas. Lamentablemente, ya es un perdón estéril, pues casi nadie lo quiere en el Sánchez-Pizjuán. Se equivocó la pasada temporada y ya no hay solución. Con su gol terminó todo. Y el Sevilla sonrió. Lo del Villamarín, que pintaba feo, ahora... ahora cualquiera sabe.