Hollywood, a qué esperas

Vía de Escape

El Sevilla FC, de la ciudad de Sevilla, en el sur de España y de Europa, en Andalucía en concreto, ha ganado siete UEFA Europa League de siete disputadas, todas en este siglo. El singular hito lo que ha hecho un club que llevaba 58 años sin abrir la vitrina de trofeos, 34 sin ni siquiera jugar una final, sufriendo de la peor manera: con el castigo de la mediocridad. Generaciones de sevillistas frustrados en su pasíón, en una ciudad con varios de los barrios más pobres y problemáticos de Europa, con un tejido industrial con cuatro héroes aguantando contra viento y marea. Y en ese hábitat, justo al cumplir cien años, una nueva forma de encarar la competición y un equipo muy bueno, empezaron a cambiarlo todo hasta ver en nuestros días que con una plantilla muy mediana y en una temporada de arranque altamente preocupante termina la cosa con una nueva copa en Europa, con la posibilidad de ganar otra, la Supercopa, y con una clasificación Champions para el bombo 1 que redondea el premio final. 

A todo eso hay una lucha de poder tremenda, con familias rotas por la disputa, con chavales de la casa que escribieron esa nueva historia fallecidos, alguno de ellos, como Antonio Puerta, en acto de servicio sevillista. Ahora otro chico de Montequinto, también campeón, sin llegar a los 30 años está peleando por su vida mientras la de los demás sigue, incluida la del propio Sevilla, con el cuerpo cortado hasta niveles que no se pueden ni imaginar.

En ese preguión de gran película, que ya hay argumentos de sobra, aparecen malos malísimos, como un señor de Setúbal llamado José. Y más gente mal encarada. Enemigos también muy nobles, y con todo el pedigrí del mundo, rendidos a este nuevo gran campeón europeo, que ha puesto a la ciudad y a Andalucía en todos los mapas del Universo Fútbol. Nadie es ajeno a la leyenda de ese equipo del sur de España que siempre gana la Europa League, su torneo.

Rocky Marciano, mítico boxeador, no perdió ni un combate, defendió con éxito seis veces el título mundial de los pesos pesados, y ya va por seis o siete superproducciones. Ya está bien señores de Hollywood, ya está bien. ¿Moneyball? ¿Carros de fuego? Venga ya, por favor. Exijo desde el centro de Sevilla, enmatojado en una oficina-refugio, que se cree una comisión de trabajo entre Martin Scorsese, Steven Spielberg y Francis Ford Coppola, que vayan encargando algo potente musicalmente a una UTE formada por los herederos de Ennio Morricone, por John Williams, Hans Zimmer y Vangelis para que vayan gestando la banda sonora de la mejor película de deportes de todos los tiempos. El guión está hecho, mejorable, pero hecho. Nada de documentales a granel para emitir en una plataforma, nada de mirar el euro de forma pobretona, a por los fondos CVC y a gastarse el dinero para que quede algo indiscutible y para toma la vida. El mejor portfolio posible. Si la Meca de los Ángeles no compra la historia, hay que ir a vendérsela. No cabe otra. Y si no fuera posible venderla, pagar, lo que haga falta, rendirá más por mucho menos que Rony Lopes, fijo.