El resucitador en su esplendor

La fábrica de humo

Miguel Ángel Chazarri 17/02/2019

Lo del Sevilla fuera –tampoco me olvido de los 85 minutos jugados en casa ante el Eibar- clama al cielo. Qué les voy a contar que ustedes no sepan... En Villarreal compareció de nuevo el equipo desesperante que ni va, ni puede ni quiere. Otra vez a verlas venir desde el minuto uno, sin ir jamás de verdad, tirando minutos se supone que para cazar al rival a la contra. Ya es hora de que Machín se dé cuenta de que esto no va y de que como no sume fuera, el objetivo de la Champions se le va a poner en chino. No vale fiar la victoria a la seguridad defensiva porque precisamente el Sevilla carece de ella. Al no tener buenos centrales, le terminan birlando la cartera siempre. Como prueba, el marcaje de juvenil de Wöber a Álvaro. Parecido al del domingo pasado ante el Eibar. Vaya los fichajes de enero de Caparrós. Y los de agosto… Cómo será la defensa que echo de menos a Gnagnon… Cuando se vio por debajo en el marcador dio el paso adelante, tampoco sin excesos, y Munir sí tuvo dos ocasiones. Pero Bacca castigó de nuevo la indolencia generalizada del equipo, con el Mudo de capitán general. Yo sigo sin verle nada determinante a este jugador, más que algún buen partido de vez en cuando, como no puede ser de otro modo cuando se juega tanto. En fin…

Al descanso, el resucitador ya era el resucitador en su esplendor. Machín reaccionó y sacó a Sarabia y Ben Yedder. Yo no tenía claro que lo hiciera. Me sorprendió, la verdad. El Villarreal no ganaba en casa desde noviembre –desde septiembre no lo hace el Sevilla lejos del Sánchez-Pizjuán- y pese a la agonía que se respiraba en El Madrigal pocas veces tendrá más fácil poner tanta distancia en el marcador. En la segunda parte tocó apretar. Hombre, estaría bueno… La montaña ya era grande y no encontró el gol. ¿Por qué no se sale de esa forma, o parecido, desde el minuto uno? La falta de ambición y de calidad del equipo en muchos puestos asusta. Mientras, el director de fútbol habla de plantilla top y el entrenador cree que las cosas se están haciendo "sumamente bien". Pues nada… Sigan, sigan. Todo OK, Joaquín. Todo OK, Pablo.