Regalos, diluvio y punto

La fábrica de humo

Miguel Ángel Chazarri 20/11/2021

Después del subidón del derbi, tras el parón, a las puertas de jugarse la vida ante el Wolfsburgo, iniciando un calendario de vértigo... El encuentro ante el Alavés estaba ahí en medio como si nada, como si al Alavés hubiera que ganarle 3-0 porque sí. El choque se fue complicando de forma malévola para el Sevilla. Primero, con el despiste del primer tanto. Un equipo crecido, que ha recuperado la confianza, se encontró con el tesoro de un tanto. El Sevilla rompió a jugar bien. Mantuvo la pelota y llegó por la banda derecha. Hubo alguna que otra oportunidad. Quedó claro que este equipo necesita un mundo para marcar. Rafa Mir no va, por el momento. Cuesta encontrarle en el área. Tampoco es de esos delanteros que aprovechan su cuerpo y esperan a que se abra el hueco. Y cuando remata, va fuera.

Con todo, el equipo hizo lo más difícil: empatar antes del descanso. Pues no. Una falta tonta de Koundé volvió a darle ventaja al Alavés. Ahí se vio que la tarde se ponía en chino. El resto era cuestión de mirar al cielo. La tromba de agua dificultó una enormidad las maniobras. Un terreno en esas condiciones siempre perjudica más al que quiere construir. Además, el Sevilla entendió mal el partido, que pasaba por abrir a banda  y centrar, centrar y centrar. El Alavés tuvo las más claras, aunque al final al Sevilla también le salen las suyas. Rakitic enganchó una y al menos deja un punto en casa. Esto es difícil, no hace falta repetirlo. Es obligatorio tener la máxima concentración siempre, ser determinante arriba siempre y rezar para que no lleguen las lesiones, que ya están llegando. No miren al árbitro, que estuvo perfecto.