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Arbitraje mosqueante

Lucas Haurie
Lucas Haurie
09/01/2022

Por mucha renuencia que tenga uno a hablar de los árbitros y por acorazada que tenga la opinión hacia teorías conspiratorias de cualquier índole, hay días en que resulta inevitable mostrar perplejidad ante algunas actuaciones. El colegiado gallego Alejandro Muñiz Ruiz expulsó a Álex Moreno, culpable de una patada brusca y aparatosa, por la sangre que brotó del cráneo pelado de Isi, sobre un rival… que había incurrido en posible libre indirecto por agachar en demasía su cabeza. Una decisión discutible, desde luego, perjudicial para el Betis y crucial para el desarrollo del partido. Pero tampoco hay mucho que discutir aquí. Aplicó un criterio, el suyo, y punto.

Lo que no tiene por dónde cogerse es lo que pasó un par de minutos después. Borja Iglesias iba a recibir un saque de banda en la esquina del área cuando Catena acudió a hostigarlo con tan mala fortuna, que coló la mano bajo el sobaquillo del delantero, tocó el balón y le impidió controlar. Fue el penalti, posiblemente, más absurdo de todos los tiempos… también uno de los más claros. Y ahí tiene una disculpa el novato Muñiz, porque la jugada fue rara y pudo no verla con nitidez, al contrario que el experimentado Estrada Fernández, su asistente de vídeo. ¿Por qué no lo llamó a consultas? Se dice, casi siempre con razón, que la mayor utilidad del VAR es subsanar los errores groseros. Esta vez no fue así

Con la magia de HH

Lo dijo el misterioso entrenador ¿argentino? ¿francés? ¿marroquí? ¿español? Helenio Herrera cuando no estaban permitidos los cambios y el futbolista sólo abandonaba el partido en caso de lesión gravísima, fracturas o similares, porque mientras se pudiera tener en pie se quedaba de palomero en busca del “gol del cojo”. Dijo el Mago, que ése era su apodo, aquello de “se juega mejor con diez que con once”. Aunque él siempre sacaba a once, claro. Sin embargo, todo lo que tiene la cosa de boutade la tiene asimismo de verdad. Se percibió en Vallecas, donde el Betis se sobrepuso a la expulsión con un golazo a la contra y una heroica resistencia en la segunda parte que permitió salvar un punto. La adversidad, más si llega con la añadidura de la injusticia, une a los grupos y galvaniza los ánimos. La abnegación de Canales y las carreras para presionar de Fekir fueron la prueba. Una gran hora en inferioridad numérica, sí señor. 

¿Payaso Fofó? Poca broma

La primera vuelta del Rayo como local suscita en las vísperas pasmo y admiración. Una de las gradas de su vetusto estadio, cuya dirección postal pertenece a la avenida de La Albufera, da a la calle Payaso Fofó, integrada en el nomenclátor tras la prematura muerte en 1976 (54 años) de Alfonso Aragón Bermúdez, hermano mediano de una célebre saga de clowns –Gabriel “Gabi” era el primogénito y el carmonense de nacimiento Emilio “Miliki”, el benjamín–. El hombre festivo de vía da lugar a muchos titulares ingeniosos, menos en esta temporada en la que los vallecanos habían vencido a ocho de sus nueve huéspedes (sólo el Celta arrancó un empate a cero), un 25 de 27 que les permite campar en puesto europeo.

La única aventura continental del Rayo, una auténtica epopeya, fue en la temporada 2000/01 de la mano de Juande Ramos, que al término de aquella campaña ficharía por el Betis para firmar una excepcional campaña. Una invitación por ‘fair play’ le expidieron para participar en la Copa UEFA, de la que pasaron tres rondas: Molde, Lomomotiv de Moscú y Girondins, su última víctima antes de caer en cuartos frente al Alavés en duelo fratricida. Los bordeleses, de la mano de Zinedine Zidane, habían eliminado a los béticos de ese torneo un lustro antes. Hoy, su hijo Luca se ha enfrentado al equipo al que su padre ejecutó en Heliópolis con una volea desde el círculo central. El portero local se lució a la media hora ante Nabil Fekir, otra estrella francesa de origen argelino, como su ilustre progenitor. La vida es un carrusel.