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El enigma Guido

Antonio Félix
Antonio Félix
25/05/2022

La felicidad tiene esto. Incluso acabada la temporada, al Betis no dejan de llegarle buenas noticias. La plantilla suelta lastre con las salidas de Tello y su sueldaco, de Víctor Ruiz, Joel, y la gente lo celebra tanto como las entradas de los nuevos, Luiz Felipe y Luiz Henrique, dos robos al mercado a quienes se aguarda con expectación. La gente se relame con la que, creen, pueda ser la mejor plantilla que haya tenido el Betis en décadas. La economía susurra sus apuros, pero es que Heliópolis se ha convertido en una Arcadia a la que todo el mundo quiere venir. Lo dice Bellerín, lo dice Ceballos y menos mal que no se le ha preguntado a Mbappé. La peña está loca con lo que pueda liar don Manuel Pellegrini en poco más de un mes, cuando arranque el nuevo acorazado de La Palmera.

Las sensaciones no pueden ser mejores. Entre otras cosas, porque ya conocemos esas sensaciones, sólo que en el Sevilla. Pasan cosas que tienden puentes entre el despertar del gran coloso de Nervión y el de este Betis entusiasmante. Cosas globales, que remiten al buen funcionamiento del club, y cosas particulares, casi fortuitas, que se interpretan como señales de que el viento sopla a favor. ¿Recuerdan las opciones B de Monchi? Igual ahora sucede en el Betis, que futbolistas de reemplazo ofrecen un nivel inmensamente superior al fichaje principal que a última hora se frustró. Sucedió con Wiliam José, jugador al que hay que valorar no sólo por su nivel sino por el que ha obligado a dar a Borja, y jugador que llegó porque el Elche (sí, el poderoso Elche) pagó más que el Betis por un tal Benedetto. Y sucedió con Guido Rodríguez, el recurso tras las reiteradas negativas de Renato Tapia, benditas sean todas y cada una de ellas.

Guido, recuerda el personal, fue lo único bueno que dejó Rubi en su efímero paso por el Betis. Hoy día se puede decir que no fue poco. Es difícil convertirte en un factor diferencial en una posición tan prolífica, en la que cualquier equipo puede encontrar una pieza competente a poco que se esfuerce. De entre tantos, Guido se ha elevado como el mejor. Su progresión desde que llegó al Betis resulta asombrosa. Apareció como un pivote lentote y de escaso radio, y ha terminado siendo un futbolista total, un pulpo insaciable capaz de llegar a todas las zonas del campo para echar una mano al compañero, pero también un tío sutil para sacar la pelota y un bombardero cuando la agarra cerca del área rival. Es indiscutible en Argentina y lo será en cualquier equipo al que vaya. Porque, sorpresa, a pesar de que Guido ha manifestado que desea permanecer en el Betis, es más que presumible que salga. Probablemente con rumbo al Atlético, donde se avista una simbiosis perfecta con Simeone que regará de dinero las maltrechas arcas verdiblancas. 

En este estado de felicidad abrumador, el único puntito de incertidumbre es cómo el Betis va a relevar a su puntal. Hace ya meses, citaba el gran Paco Cepeda a una fuente del club que valoraba vender antes a Guido que a Carvalho "ante el potente crecimiento de Paul". Una declaración a la altura de Anil Murthy cuyo autor real, sin embargo, resultaría ser Manuel Pellegrini. Entre los muchos milagros del chileno no sería de los menores conseguir esto para hacer olvidar al increíble Guido, un jugador único en el clónico universo de los cinco.