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Moneda al aire

Antonio Félix
Antonio Félix
31/01/2024

Uno sólo entiende los encendidos elogios que recibió el Betis tras su último triunfo como un fruto de la inquietud, como un producto de lo inusual. Al fin y al cabo, el equipo llevaba un siglo sin ganar fuera de casa y, además, se presentaba con una alineación de evidente carencia simbolizada en un centro del campo formado por Johnny y Altimira, precisamente los dos futbolistas en quienes se explicó esencialmente la victoria en Mallorca. Porque se ha exaltado mucho lo del orden del Betis, incluso su concierto, por supuesto la nueva exhibición de magia del druida Pellegrini, pero la verdad es que el Betis ganó por Johnny y Altimira, es decir, por el excepcional gol de éste y por el perdón que el VAR otorgó a aquél después de lesionar a un adversario con unos tacos directos a la tibia y un rodillazo adicional al vientre. De esto, por descontado, ya se ha hablado menos, como si no hubiera sido importante (y, en realidad, lo fue todo: uno menos a la media hora y adiós muy buenas), como si no hubiera pasado. Es la consabida e hipócrita ceguera que asola al hincha: cuando se equivocan contigo, es un clamor del infierno; cuando lo hacen con el otro, justicia divina. 
 
El matiz importa porque conviene tener en cuenta todos los elementos para presagiar lo que viene. Y, en mi opinión, con el orden y el concierto no va a dar. No se trata de restar mérito al estupendo trabajo de los béticos en Mallorca, pero mi impresión es que, con eso, el equipo andará corto para alcanzar sus metas. En el último tramo de la temporada, la dinámica del Betis viene caracterizada por una sensible mediocridad. Su fútbol ha bajado claramente de nivel y tiene un serio problema con el gol. De sus últimos 14 partidos sólo ha ganado cuatro, y todos por la mínima (Las Palmas, Villanovense, Granada y Mallorca). Sus delanteros no funcionan y en este mercado se ha quitado de encima a Borja Iglesias, otra clara víctima de la pira en la que Pellegrini va consumiendo a ciertas vacas sagradas. Para comprarle al sustituto, se habría de vender al irregular pero muy talentoso Luiz Henrique, contrariando notoriamente los deseos del entrenador. Vestir a un santo para desvestir a otro, una táctica tan fiable como tirar monedas al aire.
 
El caso es que, después de muchas ventas no poco intensas (Canales, Luiz Felipe, Raúl, Guardado…), el Betis sigue mostrando una imagen débil en el mercado. "Nunca me dijeron que la economía era tan mala", se quejó recientemente el glorioso Ingeniero, en uno de esos mensajes cíclicos y recurrentes con los que siembra el pánico entre el beticismo. Ya habrá tiempo para evaluar el cambio de cromos, y si éstos son suficientes para mantener el entusiasmo del genio chileno. Al fin y al cabo, y en esto sí estaremos todos de acuerdo, insustituible en el Betis sólo hay uno. Sin Pellegrini, se acaba el cuento.