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Los errores de don Manuel

Antonio Félix
Antonio Félix
20/03/2024

Con el tiempo, hemos ido conociendo una cualidad oscura de ese genio llamado Manuel Luis Pellegrini Ripamonti, que estos días se viene haciendo particularmente vistosa: su profunda incapacidad para reconocer errores. ¿Cuándo recuerdan una rueda de prensa, una alocución del mesías asumiendo un fallo propio? No fuercen la memoria, que ya se lo digo yo: nunca. Hasta ahora, tal condición había pasado más bien inadvertida, como era natural. Sencillamente, en la balanza de aciertos y errores de don Manuel pesaban tanto aquéllos que resultaba ridículo poner el acento en la irrelevancia de éstos. Pero eso había pasado hasta ahora. Esta temporada, esos contrapesos se han ajustado, al punto de que, ante el ridículo en la Copa, el ridículo en la Europa League, el ridículo en la Conference y el ridículo que viene de camino en la Liga, muchos consideran mayor el debe que el haber del chileno. Es el magma que corre bajo el creciente, consecuente y temible debate sobre el fin del ciclo de Pellegrini en el Betis.

Para ser más concretos, la cosa de Pellegrini no está sólo en no reconocer sus errores, sino en acusar de ellos al club, ergo don Ángel Haro y don López Catalán, lo cual ha forjado un conflicto sinuoso y silente, pero que no hace ninguna gracia en las entrañas del Villamarín. Ese pulso feo ha tenido serias consecuencias. La venganza de Pellegrini por la venta, a su pesar, de Luiz Felipe fue retratar al club prescindiendo de Chadi y yendo a la Europa League con un solo central. El resultado fue la eliminación a manos del Rangers con Marc Roca como defensa. En la Conference, después, dejó fuera a Sokratis. El resultado fue la eliminación frente al Dinamo con Marc Roca como defensa. Lejos de disculparse por la notoria negligencia en la confección de esas listas, Pellegrini derivó la responsabilidad en el club. Nos ha faltado personal atrás, alegó. Como si no fuera él quien los hubiera excluido.

El tema no es un puntual. Al contrario, se repite al evaluar cada falla en la estructura de un Betis que, poco a poco, va colapsando. Esos errores Pellegrini los ve, los dice, pero no los asume. Tras la última derrota, frente al Rayo, comentó que al equipo le faltaba profundidad. De soslayo, se volvía a poner el acento en el futbolista que más aportaba en tal sentido, Luiz Henrique, vendido en diciembre contra el deseo expreso de su entrenador. Y eso fue así, como también lo es que, para compensarle, el club trajo al centrocampista que él quería, Pablo Fornals, de un perfil diametralmente opuesto, convertido de inmediato en uno de los intocables del técnico a cualquier pesar. El de Castellón redunda en un Betis que juega muy preciso, pero que juega siempre al pie. Ese es el prototipo de futbolista que a Pellegrini le entra por el ojo, y con el que muere, dicho esto en sentido metafórico y, esperemos, no profético. El caso es que este Betis que acumula en ataque a gente del corte de Isco, Fekir, Ayoze, Carvalho o Fornals no termina de ir. Un equipo que en corto juega como los ángeles, pero que no desborda ni a las abuelitas.

Ese problema sería menos si no derivara en el siguiente, y más sustancial: el gol. La falta de verticalidad del Betis resulta escandalosa. Para excusar la venta de Luiz Henrique, el club consideró que Pellegrini contaba con piezas suficientes para dotar al equipo de dicha profundidad. Diao, por ejemplo, que tan exuberante irrupción tuvo. Y, especialmente, Abde, uno de los fichajes estrella de la temporada. Pero ninguno parece servirle. Al primero lo pone de delantero, donde sus carencias técnicas resultan más infamantes. Al segundo ni lo pone. Ambos parecen haber caído en el lado de los casos perdidos para un entrenador verdaderamente maniático al respecto, que muere por los jugadores a los que considera suyos y niega mucho pan al que se le cruza. Lo que, en ambos casos, genera situaciones crispantes. Sucede ahora con su insistencia en mantener a Fekir, a pesar de ofrecer una versión tan baja. En el otro extremo, ha pasado con futbolistas como Juanmi o Borja Iglesias, defenestrados en exceso y a quienes, en perspectiva, ahora se añora ante el pantagruélico problema del gol.

La situación es delicada y debería provocar el consecuente intervencionismo. Pero he aquí la madre del cordero: ¿quién se atreve a rechistar a Pellegrini? Dentro del Betis, nadie. Al menos, de frente. Al contrario, la intención pasa siempre por satisfacerle, cueste lo que cueste. En el caso del gol, le ficharon a dos treinteañeros: uno está loco (las cámaras pillaron a sus mismos compañeros comentándolo) y resulta carne de expulsión; el otro se lesiona con mirarlo. He ahí una estupenda manera de tirar el dinero de Luiz Henrique. El tema es una nueva prueba del conformismo que sigue ilustrando a este club donde, al final, todo da igual. ¿Que tienes una plantilla de Champions y lo mismo te quedas hasta sin Conference? Pues qué se le va a hacer. Es el signo, antiguo y terrible, de un Betis que nunca llega a nada, al menos a nada de lo que su grandeza hubiera de merecer. Un signo que Haro y Catalán no han hecho sino intensificar, desaprovechando la época más próspera, económica y socialmente, de la que ha disfrutado el Betis en décadas. Por supuesto que estamos ante un fin de ciclo, pero no se equivoquen: el único que decidirá cuándo acaba es Pellegrini.