La caída del Imperio

Antonio Félix
Antonio Félix
13/07/2022

La historia nos enseña que todos los imperios caen. Antes o después, pero todos caen. Algunos logran, tiempo después, renacer de sus cenizas. Otros desaparecen en las tinieblas. Muchos quedan, y perviven, como recuerdo viviente de su antiguo esplendor, por el que paseamos nuestras ensoñaciones. No se sabe cuál de estas suertes correrá el Sevilla, pero jamás como hoy resulta tan evidente esta amenaza: encontrarnos ante el final de la época más gloriosa que ha visto el club de Nervión.

La historia nos enseña que casi todos los imperios mueren víctimas de su propia mentira, de la perturbación por mantener una grandeza que, sin embargo, hace tanto que pasó. En el Sevilla la mentira se nos descubrió a la tremenda hace dos tardes, cuando el club que se envanecía de no vender a defensas por 65 millones, cuando el club que, no contento con eso, firmaba en invierno a estrellas como Tecatito y Martial, reveló una ruina que comenzó obligándole a regalar a su central estrella y que hoy, apenas a un mes del inicio del campeonato, mantiene a su geriatrizado plantel sin el más mínimo refresco.

Nunca como hasta ahora se habían acumulado tantos signos que delatan la decadencia en Nervión, donde los truenos amenazan incluso con cargar en la pretemporada. A pesar de haberse vuelto a clasificar para la Champions, el equipo dio penosas muestras de desfallecimiento el año pasado. Se entendió que, claramente, este verano se necesitaba una regeneración. Pero ésta ni ha llegado ni tiene pinta de que vaya a llegar. El Sevilla, que en el pasado siempre sustentó su crecimiento en formidables ventas con las que adquiría más y mejor, apenas tiene ahora qué ofrecer al mercado. Su plantel es viejo y frágil. Más allá de migajas, sólo queda un futbolista del que sacar tajada. Es Koundé. Pero, por diversas circunstancias, entre ellas una temporada flojísima en la que pareció pesarle el desánimo por no ser vendido al Chelsea, el francés ha pasado a ser un plato secundario entre los que, hasta hace poco, eran sus rendidos pretendientes. El seguro de riesgo que tenía Monchi se ha convertido en una pesadilla feroz.

La gestión deportiva ha minado el lazo con la afición. El equipo viene de jugar horriblemente al fútbol, pero se decidió mantener al entrenador, Julen Lopetegui, por quien no existe mayor devoción. A estas alturas, cuesta pensar que pueda mejorar el juego con las mismas, o peores, piezas que el pasado curso. Y la gestión económica ha terminado de romperlo. La gente no entiende que se le haya vuelto a tocar el bolsillo, y se ha acordado de la millonada con la que se mantiene la paz social entre los consejeros de cuna que gobiernan el club. Muchos responden a un perfil rancio que tiene un reflejo exacto en la imagen del Sevilla, en muchos aspectos, una empresa muy alejada del siglo XXI. Más allá de reflexionar sobre sus males, el Sevilla parece haberse encerrado en una burbuja desde la que desdeñan lo que consideran malintencionados ataques del exterior. Desde ahí ofrecen respuestas disparatadas, cómicas, terribles. El departamento de I+D ‘filtra’ satisfactoriamente a Marcao, central que al parecer gusta de aporrear incluso a sus compañeros. Con el estadio semivacío durante media temporada, se aprueba por aclamación ampliarlo. Y así.

El drama lo completa un hecho absolutamente inusual: ahí está el Betis. Un enemigo reducido prácticamente a una broma durante buena parte de las últimas dos décadas, pero que ahora se avecina como una amenaza en toda regla. Todo lo que está haciendo mal el Sevilla parece estar haciéndolo bien el hermano, y hasta ahí se podría aguantar. Al fin y al cabo, todos los imperios caen. Pero sería demasiado que quien terminara de derrumbar el del gran Sevilla fuera su mayor y enfebrecido rival.