Vinícius

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
25/05/2023

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Cambien dinosaurio por Vinícius, es lo mismo. Y cambien un mono por el dinosaurio, es lo mismo. El que es considerado el cuento más corto del mundo lo escribió un señor de pávida pinta, hondureño pero nacionalizado guatemalteco, llamado Augusto Monterroso (“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”). Es el cuento más corto de la historia de la literatura y, por eso mismo, el que se presta a más circunvoluciones y rodeos por carreteras secundarias que van de lo literario al enigma.

Nos acostamos con Vinícius y nos levantamos con Vinícius. He ahí el dinosaurio (o el famoso y lamentable mono). Radio, televisión, redes sociales, prensa. Y no sólo en España, sino en el mundo mundial. De lo que se deduce que aquí también tenemos nuestro club-estado (como el PSG, el Manchester City o el nuevo Newcastle). Es el Real Madrid. Que se le llame “mono” a Vinícius lo único que subraya es la animalidad necia y rupestre de quien se lo dice. El supuesto mono podría ser el insultador simiesco y de bajo coeficiente intelectual y no el insultado. Pero esta vuelta de tuerca no nos llevaría a buen puerto. Entre otras cosas porque uno no entiende por qué se asocia el mono al insulto y la vejación cuando el hombre, desde Atapuerca al propio Vinícius Júnior, procede del mono (como usted y como yo). Pero esta otra vuelta de tuerca, como la primera, tampoco nos llevaría por la buena senda.

Lo que se evidencia estos días ya lo ha dicho el doctor Paco Cepeda en este mismo medio. El Real Madrid se refocila ahora en su nueva condición de especie herida y mancillada. Ha descubierto que ser víctima trae rédito y concita solidaridad y simpatía hasta en la ONU. Todo periodista se halla ahora atornillado al dilema. ¿Se puede decir que Vinícius es un mal ejemplo de futbolista profesional dejando al margen el tinte de la piel? Está visto que no. O se es antirracista sin matices ni añadidos ni aclaraciones o no se es.

Hay que condenar el racismo, reflejado (futbolísticamente) en el caso Vinícius. Pero el imperativo se impone y queda absolutamente prohibido el ‘pero’ o el matiz referido a la actitud (futbolística) del susodicho. Esto no significa que se exculpe o se edulcore o se justifique el racismo con Vinícius (iba a escribir que se blanquee, pero no lo veo procedente). Por eso no se pueden escribir dos artículos en uno, condenando el racismo sin paliativos y, a la par, criticando las formas de Vinícius en los estadios. Es lo que está pasando con casi todo artículo al respecto (y como le pasa tal vez a este mismo artículo). Por eso, lo que se nos ha colado en el malsano debate es un enorme caballo de Troya, que se muestra ahora, pese a la sorpresa, como siempre ha sido: es el Real Madrid, el club-estado.

Desde Brasil, por otra parte, se le reprocha a España que sea un país racista y poco menos que deplorable. Hay que joderse, primo. Obviando la ingénita desigualdad en Brasil (todo lo que va del rey Pedro I a los años jubilares de Jair Bolsonaro), si algo ha sido notorio en la sociedad y en el fútbol brasileños han sido sus miles de casos de racismo. A Pelé siempre se le reprochó que no condenara con firmeza el racismo (y eso que nunca superó el trauma de tener que dejar a su primera y amada novia porque el progenitor de la damisela le prohibió salir con aquel ‘negrinho’). Pelé siempre sostuvo que la mejor manera de obviar el racismo era no prestándole atención. Si a uno le tiraban un plátano al terreno de juego (véase el caso en Villarreal del hoy detenido Dani Alves), pues debía darle un bocado, degustarlo con deleite y seguir jugando como si nada. Fin de la historia. Adiós tormenta mediática. Adiós escándalo. Era su forma –discutible– de ver las cosas. Pero él era Pelé.

Lula da Silva ha llamado a consultas a la Liga y, por ende, a la conciencia de los españoles. Al Cristo del Corcovado lo apagan para protestar por el trato dado a Vinícius a miles de kilómetros (se deduce, pues, que a sus faldas no existe caso alguno de racismo). Recordaba en ‘Diario de Sevilla’ Eduardo Osborne la anécdota de Pintinho, icono del sevillismo ochentero del memorable Manolo Cardo. Decía Pintinho que fue el único negro de Brasil que pudo acceder a los exclusivos salones sociales del Fluminense. Se había camelado a la hija del presidente del club carioca, lo que le abrió la puerta al más blanco y elitista equipo de Brasil y casi del mundo.

De hecho, uno de los apodos del Fluminense es ser el club del ‘po-de-arroz’ (más o menos polvo de talco). El apodo recuerda a los tiempos peregrinos (1914) de cuando un jugador mulato, Carlos Alberto, tuvo que recubrir su piel con polvo de cosmético blanco para poder jugar en el club del hombre pálido por antonomasia. Hoy por hoy la ‘torcida’ del Fluminense suele arrojar en los partidos grandes efluvios de polvo blanco en memoria de esta anécdota. Se tiene por entrañable y se acepta como un hecho cultural de lo más atractivo, más allá del fútbol. Hace muchísimo tiempo que en el Fluminense juegan futbolistas negros. Faltaría más. Pero el ‘po-de-arroz’, unido a los efluvios verde y grana (los colores del club), sigue teniendo su predicamento y su vistosidad (la Policía lo prohibió durante unos años porque los radicales más delincuentes del club escapaban en las gradas aprovechando el botafumeiro blanco).

Escribo la presente sin que se sepa con certeza si Vinícius Júnior va a jugar o no este sábado en Nervión contra el Sevilla FC. En caso de jugar, me pregunto si este partido no estaría ya adulterado desde su inicio por el arbitraje. Todo un pleonasmo, tratándose del Real Madrid. ¿Cómo se va a arbitrar desde ahora con Vinícius en el campo? Sobre todo, después del detalle no menor, para nada escandaloso, de que el Comité de Competición le haya anulado al desvalido Vinícius la tarjeta roja mostrada en Mestalla el día de autos. Los ojos del mundo se concentrarán en la afición del Sevilla. Mala suerte o simple curiosidad, dado que el sevillismo lo que quisiera es poner los ojos en la final de Budapest de este miércoles. Son las cosas que arrastra tener que convivir con el club-estado. Y recuerden: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.



¡Hola!

Nos alegra mucho que estés visitando nuestro sitio web. Queremos pedirte un pequeño favor: notamos que estás utilizando un bloqueador de anuncios (ADBlocker).

¿Por qué te lo pedimos?

La publicidad es una parte fundamental para mantener este sitio en funcionamiento. Gracias a ella, podemos seguir creando contenido de calidad y ofreciendo nuestros servicios de forma gratuita. Nuestro equipo trabaja arduamente para brindarte lo mejor, y los anuncios son una de nuestras principales fuentes de ingreso.

¿Cómo puedes ayudarnos?

Es muy sencillo. Te pedimos que consideres desactivar tu ADBlocker mientras navegas por nuestro sitio. Al hacerlo, nos ayudas a continuar ofreciendo el contenido que disfrutas y a sostener a las personas que están detrás de este proyecto.

¿Qué ganarás tú?

Desactivar el bloqueador de anuncios no solo nos beneficia a nosotros, sino que también mejora tu experiencia al apoyar el contenido que amas. Además, siempre nos esforzamos por mostrar publicidad relevante y no intrusiva.

Tu apoyo cuenta

Cada visita y cada anuncio visto es un paso más para mantener nuestra comunidad viva y en crecimiento. Te agradecemos de corazón por tu comprensión y apoyo.

¡Gracias por ser parte de nuestra familia!

muchodeporte.com


Instrucciones para desactivar el ADBlocker:

  1. Haz clic en el icono de tu bloqueador de anuncios en la barra de herramientas de tu navegador.
  2. Selecciona la opción para desactivar el bloqueador en este sitio.
  3. Recarga la página.

¡Y listo! Continúa disfrutando de nuestro contenido.