Ni de milagro

Antonio Félix
Antonio Félix
24/01/2024

El Sevilla está muy podrido. No es la primera vez. Ni tampoco raro. Al contrario, es sencillamente una consecuencia lógica de esa regla universal que dicta que, al poder, sólo hay que darle su debido tiempo para que se corrompa. En unos casos sucede antes y en otros después. Pero sucede siempre.

Al Sevilla le pasó ya mucho en la última etapa de Del Nido sénior, aquella en la que proliferaban empresas de espás y banquillos salchichas en torno al club, aquella en la que el presidente se iba a Rumanía a ficharle jugadores a compadres que, como él, pronto serían encarcelados. Tiene gracia que, ahora, el hombre se queje de que el Sevilla firme a jugadores que podrían valerle al filial. Él le compró a su hijo a Bunjaku, que ni eso.

De aquello se salió gracias al obligado cambio que derivó de la trena, para poner de nuevo a cero el contador de la peste del poder. Tic, tac, tic, tac. El gobierno de Castro, por supuesto, también gangrenó. Recuerden que fue la sucia codicia de éstos la que entregó el club a los ‘americanos’. No a grandes inversores, a selectos prohombres, no, sino a un viscoso grupo notoriamente especulativo con intereses en varios equipos a los que sumía en una nota común: la mediocridad.

Cómo el Sevilla no sólo fue sobreviviendo, sino pertinazmente triunfando a lo largo de estas etapas se explicaba con dos razones. Una ya apuntada, el cambio. La segunda respondía al enorme escudo del que la entidad se había dotado, una suerte de contrapesos que acolchaban las decisiones equivocadas, los dislates que se iban cometiendo, dando margen para corregirlos. Ahora, en esta época de asfixiante podredumbre, en la que el hedor de la basura largamente acumulada ha explotado hasta hacerse insoportable, el Sevilla ha vuelto a variar el mando. Sólo que, esta vez, parece que no queda más escudo.

De hecho, el club sigue atrapado en una espiral de decisiones entre disparatadas, en el mejor de los casos, e infames. Esta semana, en medio de la peor crisis a la que se ha enfrentado este siglo, no tuvo mejor ocurrencia que presentar un nuevo acuerdo para fichar a través de una inteligencia artificial. En fin. Lo mismo podrían haber anunciado a un mono con un birrete, que igualmente mejoraría a Víctor Orta. A la misma vez, se prosiguió la búsqueda de veinteañeros para reforzar al equipo. Ya han llegado tres. Justo ahora, con el descenso acuciando y la necesidad de aportar fichajes de rendimiento contrastado e inmediato, se llena la casa de críos. Antes que darles bola, Quique prefirió en Girona a Jordán. Lo dicho, el mono y el birrete.

El disparate es tal que no falta quien piensa que, realmente, se está planificando ya para Segunda. Pero la situación no admite bromas. El estado del equipo es tan lamentable que la principal esperanza del aficionado es que las tres birrias de abajo sigan estando un puntito peor. Y, a éstas, queda por medio la Copa, torneo en el que se está a cuatro partidos de alzar un título en el que, siendo serios, sólo confían, y con pavor, los béticos. Es verdad que todos hemos visto mucho. Ahí está, sin ir más lejos, lo ocurrido la temporada pasada después de que Mendilibar decidiera tirar la Europa League en Manchester. Esas experiencias tientan a dejarse llevar por la ilusión. Pero sería engañarles. Sinceramente creo que esta mierda de ahora no hay milagro que lo aguante.