Este Sevilla ni siquiera irrita

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
03/02/2024

Desde hace ya tiempo, entre quintos y veteranos, nos damos el pésame por la muerte a espasmos de este Sevilla FC. Institucionalmente, el club es un cadáver profanado por la codicia de quienes lo velan, a codazos, en primera fila. Es un cuerpo agusanado, desde dentro y desde fuera. Dice Del Nido Benavente que no le vale ya con rezar el Padrenuestro por la salvación del equipo, sino que está echando mano del rosario (se supone que en sus misterios dolorosos). Nadie duda de su tino como coleccionista de trajes. El de leguleyo, el de presidiario, el de máximo accionista y, ahora, el de plañidero al siciliano modo.

Todo en el Sevilla tiene un aire como felliniano, pero sin Fellini. Cada episodio que se da Nervión nos va metiendo de lleno en un halo de pasotismo malsano. En lo particular, a mí ya ni siquiera me provoca tristeza, asombro o desencanto. Y tampoco enojo. Es como otra cosa ya, más parecida a la depresión, pero sin serlo del todo. El culmen del mes de enero no ha hecho sino aumentar la indiferencia por todo y por todos. Apenas nada se salva en esta ruta por el pedregal que lleva a Segunda.

Dijo el ¿apenado? Rakitic que dejaba el Sevilla porque no se sentía titular. Por eso se va a practicar la bonhomía en Arabia Saudí. Por Nervión suenan carracas de descenso. Pero Rakitic se ha marchado entre marchas de Semana Santa. Se le ha aplaudido, homenajeado y abrazado por ser un mito, un embajador del Sevilla FC y, ya puestos, un trujimán de Pino Montano. Costará tiempo restañar la mácula de este lagrimoso pero espurio adiós. Aun así nada, como digo, resulta ya triste o decepcionante. Simplemente todo se ha vuelto indiferente.

El surrealista cierre del mercado de invierno en el Sevilla irritará a quien quiera irritarse. Pero a otros muchos nos ha valido para seguir manteniendo el pulso muerto, acorde con este equipo tumefacto, carente de vida. Viene ahora una promesa lesionada, el delantero argentino Alejo Véliz. Llega cojitranco, cedido y sin opción de compra. Tiene su erótica (a esto se le llama hacer un trío). Se une Véliz a los otros yogurines, los veinteañeros Agoumé y Hannibal Mejbri. En otro tiempo habrían sonado a fichajes de la rutilante marca Monchi. Todos habríamos quemado incienso en el altar del gurú que fue a menos a medida que iba a más el personaje que lo deglutió por mucho que él negase esta mutación. Ahora, los nombres de tanto pipiolo, dadas las circunstancias, sólo revelan que el Sevilla es un club roto y en buena parte ridículo. Decía Ruben Darío que "la juventud, en todas partes, es atrayente, animosa y vencedora". Será así en todas partes, excepto en este páramo llamado Sevilla FC.

Quien debía llegar como cromo distinto a Rafa Mir, el tal Bozenik, no ha venido por culpa de los acreedores del embargado Boavista. ¿No se sabía este detalle financiero de antemano? La impericia ha alcanzado aquí su punto de choteo. Aún así, lo mejor estaba por llegar, primero en la noche felliniana de autos, pero sin Fellini, y luego en la mañana siguiente, con la ‘master class’ de Víctor Orta acerca de los fichajes del Sr. Invierno. El muy querido Rafa Mir se queda. Seguirá aquí, varado en Nervión, por culpa de las supuestas veleidades del Valencia (desde Mestalla señalan a las arterías de Del Nido Carrasco y al desinterés connatural en Peter Lim). La tozudez del jugador y la truculenta debilidad del Sevilla han hecho posible el gran ‘no fichaje’ del desahuciado por el Valencia. Pero hubo más en la cátedra matinal. A Januzaj (fichaje en pleno ocaso del monchismo), Orta lo ha desnudado llamándolo gandul entre líneas. El supuesto inapetente le ha respondido en las redes cloacales, como si ahora nos interesara esta porfía entre ineptos.

Con tan buen ambiente, el Sevilla FC se hizo su fotografía oficial bajo las Setas del Metropol Parasol. Todo un posado con estilo, entre cardos borriqueros y setas venenosas. El ínclito Januzaj aparece retratado junto a un sujeto obeso, difícilmente identificable, pero que responde al nombre de Mariano. Más que una fotografía es el daguerrotipo de un club casi podrido, al que sólo le queda intentar sobrevivir entre estertores. Hasta las camisetas blancas del retrato oficial tienen una pátina cerúlea. Aún así, todo nos resulta indiferente.


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