Isaac Müller

Antonio Félix
Antonio Félix
15/02/2024

Más o menos, podemos afirmar ya con rotundidad que al Sevilla le va a salvar esta temporada un chaval de Lebrija. Es decir, tras decenas y decenas de millones nuevamente gastados en fichajes de todo pelo, 200 ojeadores rastreando palmo por palmo todos los mercados del planeta, meticulosos analistas desgranando datos que arrojan los más increíbles programas de inteligencia artificial, y sublimes directores deportivos orquestando toda esta amalgama de sabiduría, al final al Sevilla le va a salvar un chaval de Lebrija al que tenían olvidado en la cantera.

Por lo cual Isaac Romero nos viene a desvelar la gran mentira del fútbol, esa abrasiva mercadotecnia que todo lo puede, que nubla conciencias al punto de que, a fuerza de querer abarcar el bosque, no se ve la fuerte rama que brota enfrente de sus narices. Tal vez porque no interese. Al fin y al cabo, ¿cuánto dinero para clubes, representantes, intermediarios, familiares, directivos y técnicos mueve un caso como el de Romero? El dorado chirinquito de la fanfarria no se sostendría ni dos días con historias así. Hay que vender la burra para que el circo siga.

La irrupción de Isaac es estimulante por lo que conlleva de verdad. Hay otra tontada del fútbol moderno con la que ha arramblado el chaval, ésa de que un buen jugador ha de serlo al completo, de un todo. Sobre Isaac aducían los analistas del filial que no era "técnicamente bueno". Menuda chorrada. En lo suyo, ser delantero, el muchacho es técnicamente bestial. Con lo que Isaac nos viene a revindicar también la maestría en lo particular, el pormenor del oficio. En estos tiempos en que a los porteros se les pide excelencia con los pies y a los delanteros finura con el balón, toca recordar las esencias, volver a la base y recuperar a porteros que paren, defensas que defiendan y delanteros que marquen. Isaac borda su profesión porque esa no es la de futbolista, sino la de delantero. Tantas veces se pone por delante aquélla sobre ésta que acontece la catástrofe. Véase, sin irnos más lejos, Rafa Mir.

Isaac no sólo es un delantero extraordinario, sino que es extraordinario para el Sevilla, que en este siglo ha sido un equipo muy germánico, de rompe y rasga, de poca floritura y mucho juego directo que, en sus mejores tiempos, apabullaba como un tren pasando por encima de huesos. Para equipos así, cuya esencia es evidente que, con todas sus carencias, está intentando recuperar Quique Flores, un delantero como Isaac resulta gloria divina. Es su Torpedo Müller. ¿Técnicamente flojo? ¿Pero qué demonios ha visto la gente? En el asalto al área, Isaac Romero lo tiene absolutamente todo: una aceleración con el balón cosido, mirada amplia para analizar el panorama, una maravillosa precisión en el taco para poner de gol al compañero y un cañón terrible cuando decide chutar a puerta. Isaac da y hace goles de la nada, una absoluta bendición para este Sevilla que era poco más que precisamente eso, nada.

Con lo que, al final, un chaval de Lebrija (con la ayuda del irredento En-Nesyri, otro que como futbolista vale mirra y como delantero oro, y el emergente Nyland, portero que para) salvará al Sevilla, que ya va tarde para amarrar como sea a este portento. No sea que alguno tenga la burda tentación de venderlo por su birria de cláusula. Después de lo de Bono, ya están bien las bromas.