Maldición

Antonio Félix
Antonio Félix
28/02/2024

Si nos guiamos por las señales, apañados vamos. Durante un instante, esos días que siguieron al triunfo frente al Atlético de Madrid, el sevillista soñó con la paz, el sosiego de acabar la temporada con placidez, amarrada la permanencia con unas cuantas jornadas sobre el final, tal vez incluso darse un gustirrinín en el derbi con el atávico enemigo. Para sólo eso, nada más, estaba esta temporada tan lamentable. Pero algo era algo.
 
Pues ni eso. Ese poquito de ilusión se volvió a esfumar tras los penosos ejercicios en Valencia y el Bernabéu, en los que el equipo, lejos de aprovechar el impulso y progresar en su juego, en su ánimo, se fue encogiendo como una oruga hasta recuperar una deformidad espantosa. Apenas la cierta consistencia de esa defensa de acumulación y Nyland han evitado marcadores que reabrieran de manera sangrante el debate del descenso. Pero ése está nuevamente aquí, y hay que estar muy ciego para no verlo. Si las señales alertan, piensen en el golazo de Machín con el que acabó el Cádiz y el deambular de Januzaj con el que lo hizo el Sevilla. Alarma total.
 
Lo de Januzaj incide en un problema que, desde que comenzó la temporada, ha arruinado al Sevilla, una especie de perturbación que nubla a los entrenadores y les conduce a tomar decisiones disparatadas ante el pasmo y aveniencia del club y el espanto y desesperación de la hinchada. Una cosa que empezó con Mendilibar dándole puerta a Bono y que ha transitado, inmisericorde, hasta hoy, con Quique percutiendo en elecciones cuyo desatino hace tiempo que conoce, y sufre, hasta el último de los sevillistas. Qué oscura sinrazón ofusca a los entrenadores que van pasando por el Sevilla para sucederse en los mismos pecados es algo realmente intrigante. Pero sucede, sin descanso, sea quien sea. Como si el banquillo estuviera poseído, maldito.
 
Uno piensa que estas cosas, básicas, debieran estar habladas por el club a la hora de elegir entrenador. Oiga, si usted va a dirigir al Sevilla debe saber esto, esto y esto: que tenemos serias dudas sobre que Nianzou sea incluso futbolista, y que está como para ponerlo a campo abierto frente a Savinho; que Oliver Torres no puede ser buque insignia, que cuando el muchacho, que es para comérselo de buena gente, ha cogido protagonismo siempre significó que el Sevilla está o mal o muy mal, que por algo será, que no da; que Rafa Mir no puede volver a ponerse la camiseta del Sevilla, y que Januzaj tampoco, hombre; no nos venga toda la semana dándonos la tabarra con lo maravilloso que es un tal Idumbo y luego nos cuele al belga en pleno Bernabéu; que no se pegue usted más tiros en el pie, haga el favor…
 
Por fortuna, los males del Sevilla no son extraños en la Liga. Sus próximos rivales, sin ir más lejos, cuentan con problemas igual, si no más siniestros. Así, Real, Almería y Celta representan la última oportunidad de redención, de paz, de alejar casi definitivamente el pavor del descenso, comenzar a trabajar a destajo la próxima temporada y, por qué no, darse el gustirrinín en el derbi con el atávico enemigo. Es eso, o caer definitivamente en la sima del sufrimiento más angustioso.