Del Congreso al Sevilla FC, la misma corrala

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
22/03/2024

Si lo recuerdan, el término 'polarización' fue designado como palabra del año en 2023. Si usted no estaba polarizado es que se hallaba fuera de onda. Se admite que no hay ya adversarios, hay enemigos. Y no hay bandos, hay banderías. La polarización es hoy en política lo que el hooliganismo en el fútbol en tiempos de la Thatcher, la Dama de Hierro que acabó devorada por el alzheimer. La polarización es otro nombre de la degradación. Todo es bajeza. Los políticos se echan al barro, como se dice ahora, para deleite de tantos medios y de tantísima gente partícipe (aquí no se salva apenas nadie).

Cuando se pierde toda vergüenza, la diferencia entre escenarios varía poco. Casi todos se parecen. Del Congreso de los leones (y las leonas) en Madrid al seno podrido del Sevilla FC. En un sitio y en otro se viven dos guerras civiles. ¿Qué ha habido esta semana? Sesión de control en el Congreso de los Diputados y Junta Extraordinaria del Sevilla. Podrían cambiarse los relatos y el orden del día. Pero poco más. Dos escenarios para un mismo bochorno.

Empecemos por la primera corrala, la del Congreso. Con Franco esto no pasaba. Y léase tal cual, se moleste quien se moleste. En aquellas Cortes franquistas, sus procuradores hablaban con una prosodia, recitaban un léxico tal que convertían el castellano urdido en San Millán de la Cogolla en una de las más bellas artes orales e inmateriales del mundo. Eran momias, eminencias grises, costaleros de un régimen apolillado, triste, severo y sin libertad. Pero cómo hablaban, cómo se interpelaban, cómo atemperaban los gestos. La oratoria como verbal donaire continuó con la Transición y los primeros gobiernos del muy facundo Felipe González (lo decía todo sin decir nada). ¿Cuándo se fue al carajo todo, como en el Perú de Vargas Llosa? Este miércoles, en la citada sesión de control, la degradación ha provocado un sonrojo sin retorno. Bochorno y gentuza. Ese diputado calvorota del PP. Esa ministra de Igualdad en trance de histeria. Ese artero podemita llamado Sánchez Serna. Ese ministro de Transportes tuitero y matón (hoy, por cierto, de visita por Sevilla). La chabacana ministra María Jesús Montero y sus ordinarias muecas y aspavientos. El tufo a regresión en los espantajos de Vox. La gallinería xenófoba y separatista. Y así todo.

Y ahora, sigamos por la segunda corrala, la del Sevilla FC. Curiosamente, cada Junta Extraordinaria que se celebra es como una visita de puertas abiertas a la zahúrda en la que se ha convertido el seno del club. Todo lo que se han dicho Del Nido el Viejo y Del Nido el Joven es público y sabido. En el divertido programa ‘Todo Es Mentira’ de Risto Mejide (servidor lo ve casi todos los días), Del Nido el Viejo alcanzó una ridiculez difícilmente superable. Pero nos equivocaríamos en pensar que el bochorno tocó su pico por parte del otrora convicto. Como decía Súper Ratón en los dibujos animados, "No se vayan todavía, aún hay más".

Hace tiempo que el caso de Del Nido el Viejo ha entrado en el ámbito de lo clínico. Ni las obras completas de Carl Gustav Jüng servirían para explicar su caso. Dice el frustrado padre que el Sevilla es su vida y que el club, desgraciadamente, lo necesita a él. Comparte con Vladimir Putin el vivir en una realidad paralela, amurallado en su delirio personal. Ha entrado cómicamente, además, en modo Señor Lobo, el de 'Pulp Fiction', cuya carta de presentación era la de solucionar problemas (o creerse que los puede solucionar).

Igual a como ocurre en el Congreso, la vocinglería y los insultos del padre al hijo (y muchísimo menos por parte del hijo al padre), evidencian lo dicho: la degradación lo invade todo. Cuando uno no se respeta a sí mismo ocurre lo que ocurre. Uno no tiene ni tiempo ni capacidad de darse pena. El resto es pocilga, trapos sucios y redes sociales. En el fondo, el supuesto amor incondicional al Sevilla FC sólo desprende un pestoso olorín a dinero y codicia.

En público y en privado, Del Nido el Viejo luce en todo lugar y momento el escudo del Sevilla en la solapa. Junto a San Fernando y San Leandro, en el escudo aparece la eclesial y universal figura de San Isidoro de Sevilla. Dijo el último Padre de la Iglesia: "Si no puedes evitar la ira, témplala al menos; si no puedes precaver el furor, cohíbelo al menos". Estas cosas se decían antes de Twitter, la red X o como se llame la cloaca donde todo flota.