Lo nuestro es la Copa (de balón)

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
05/04/2024

Vivimos en la víspera de la víspera y ocurre lo de siempre. El tiempo nos pasa por encima. Tuvimos las llamadas vísperas de Semana Santa. Se avienen ahora las vísperas de la Feria de Abril y el Gran Circo Alaska ya ha montado su carpa en Sevilla. Sin embargo, en el ínterin, se nos ha colado esta otra víspera no tan deseada, la de la final de la Copa del Rey. Confusos y algo pastosos andamos. Nos han puesto un lingotazo pascual en vaso doble. Quiero decir que en plena pascua cristiana nos han hecho la pascua: no hay Liga y, reglamentariamente, hay que joderse. Y todo por culpa de la final de Copa del Rey entre Athletic y Mallorca. Habrá colorido en la ciudad y todo lo que se quiera. Pero el aburrimiento más negro y sombrío nos recorrerá por dentro este fin de semana sin Liga. El Sevilla FC nos desespera, nos irrita y hasta nos aburre (véase el tedio en estado sólido de Getafe), pero no podemos dejar de pensar en él cuando llega el fin de semana.

Así las cosas, usted habrá visto ya por las calles el vivo menudeo de aficionados del Athletic (con suerte habrá visto también algún que otro tímido y trémulo trasgo del Mallorca). Conoce ya usted cuánto mide la barra de bar en la pagoda para hinchas bilbaínos que han levantado bajo el zigurat de Torre Sevilla. Y conocerá más o menos algún que otro pormenor añadido: cuántos bilbaínos han venido, el número de trenes, barcos y vuelos que se han programado, los cuarenta años que hace desde que el Athletic ganó su última Copa de la guerra contra el Barça de Maradona, el tope de reservas en bares y restaurantes para vascongados y baleares, el montante total de efectivos policiales, el número de rayas exactas que tiene la camiseta del Athletic, en qué exilio allá por el Alamillo se halla la ‘Fan Zone’ para los desdibujados mallorquinistas, la paradoja de los ocho (mil) apellidos vascos que gasta el entrenador del Mallorca conocido como el ‘vasco Aguirre’, el número de finales –nueve– que ha acogido Sevilla hasta ahora, el color exacto entre bermellón y púrpura de esclavina de ‘Ecce Homo’ que tiene la elástica del Mallorca, etc, etc, etc.

Usted podrá saber todo esto y mucho más sobre la final de la Copa del Rey. Pero igual no sabe que, ahora mismo, usted se halla demediado entre dos estados abstractos de espacio y tiempo respecto a la disputa de la final. Me explico. Mientras escribo la presente nos hallamos en mitad de la llamada Fase Precrítica. Dícese de todo lo que acontecerá de las ocho de la mañana de hoy viernes hasta las tres de la tarde de mañana sábado. A partir de ahí queda la otra parte, la llamada Fase Crítica, que incluye el goteo de horas que va de los momentos previos a la final, los minutos del partido y la coda entre alegrías y lloriqueos propios del pospartido. Sin Liga, por tanto, viviremos el fin de semana en modo Fase Precrítica y Fase Crítica. Es lo que hay: aburrimiento precrítico y tedio crítico. El sábado por la tarde, entre el solaz y el amargor, lo nuestro será la copa, pero la copa de balón, brebaje mediante, entre colegas o preferiblemente a solas. Podremos observar cómo se derrite el hielo con lentitud. Incluso podremos hacer un símil y compararlo con los millones de euros derretidos por el Sevilla tras años y años de andadura por Europa.

¿Qué decir de este Sevilla, pues? Mejor nada o casi nada, la verdad. El sevillista sigue inmerso en una especie de ‘stand by’ (más allá de tanta víspera). El equipo no está salvado, pero pareciera que lo está y que vive a espasmos entre la tranquilidad y el filo del abismo. Se barrunta algo de respiro en la tabla (curiosamente el Mallorca vive justo bajo nuestros pies). Por eso volvemos a las cábalas y nos ponemos en modo zahorí. Quique Flores parece que no seguirá. Suena el nombre de Jagoba Arrasate, pero lo hace con un siniestro cascabeleo de mulillas de plaza de toros (todavía no ha llegado el supuesto entrenador elegido y servidor lo imagina arrastrado por el coso tras habérsele dado muerte en el banquillo conforme la tradición).

Hay quien ya otea en lontananza un Sevilla de jóvenes extranjeros por explotar. Casi todos podrían proceder de la Championship inglesa que tan bien maneja Víctor Orta (o eso dicen). ¿Será un Sevilla de yogurines, entre la patria de la Carretera de Utrera y los llegados de fuera con mil mezclas raciales? Se habla ahora del interés por Senny Dieng, portero híbrido entre senegalés y suizo del Middlesbrough (oh nostalgia, oh Eindhoven). Miren ustedes por dónde. Pero la única tranquilidad que nos ofrece el futuro es saber que Mariano quiere seguir en el Sevilla. ¿Lo ven? Siempre hay un asidero al que agarrarse, siempre hay una luz entre el páramo y la incerteza. Hay que joderse, decíamos antes.