La guerra de los tifos

O tempora o goles

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
30/04/2024

Como es sabido, el derbi también se juega con efecto retardo. De entre sus ángulos por escruta, hay uno del que se habla poco analíticamente en tertulias deportivas o en las agónicas tabernas de la ciudad (esas a las que por ahora no llega la creciente turismofobia). Es el derbi de los tifos. Me gusta verlos, interpretar lo que reflejan sus dibujos y lemas y, llegado el caso, fantasear con delirios poco confesables. La tensión también alcanza a esta especie de ‘storyboard’ futbolera. Nervión y Heliópolis suelen lucir sus mayores galas identitarias en los partidos de la máxima rivalidad. En los tifos suele exponerse todo lo que segrega el fervor por la causa. La apelación a la víscera se transmuta en arte o aspira a serlo. Y es ahí donde uno advierte lo que los tifos tienen de lectura sociológica a partir del fútbol.

En el Gol Sur del feudo verdiblanco se expuso un gran mural textil a partir del lema 'Balompié, Esencia, Tradición, Idiosincrasia y Sevillanía'. De la suma de sus letras capitulares nacía la palabra BETIS. El centro del tifo lo presidía una escena costumbrista, que podría haber sido tomada del 'Ocnos' de Luis Cernuda si al infeliz y arisco poeta le hubiera gustado el fútbol. Podía verse a un hombre leyendo un periódico de papel junto a unos niños, todos vestidos del Betis, que están jugando al balón mientras la Giralda asoma de fondo como última guardiana. En los extremos había dos referencias a la Feria de Abril (un traje de gitana de color verde) y a la Semana Santa (un retablo cerámico del Gran Poder sobre el grifo de una fuente). Fue como si la gran ensoñación del beticismo hubiera conseguido su más genuina impresión para gozo físico de los ojos.

Pero esto es Sevilla y tocaba otra interpretación. Justo en la previa del derbi trascendió en contubernios privados -y luego por redes sociales- el tifo que los Biris Norte del Sevilla FC prepararon a modo de mofa de las supuestas esencias béticas. De loperianas reminiscencias, bajo el lema 'Criaturitas fantásticas y dónde encontrarlas' aparecían a modo de cómic varias ocurrencias, todas ellas asociadas a lo que los autores del tifo consideran como parte de la naturaleza circense de la afición rival. Mientras Pedro Sánchez aún meditaba su decisión, en esta España fracturada por la bronca, no era de extrañar que en el derbi sevillano la polarización fraguara su propio constructo. Cuando el derbi se celebra en Nervión, desde Gol Norte los Biris suelen desplegar sus inmensos tifos, donde se airean las esencias en versión sevillista que el beticismo niega o simplemente repudia. Aparte de su colorido, de la plástica sentimental a la que apelan, los tifos también se han apuntado en esta ocasión a la polarización y el guerracivilismo. Era lo que tocaba. De ahí, como decía al inicio, que uno caiga en algún que otro rapto fantasioso absolutamente desbocado.

Salvo que me equivoque, creo que está aún por escribirse la novela que recreara distópicamente al fútbol sevillano en clave de guerra. Sí, de guerra civil. Nada de cordialidad. Nada de la famosa y casi turística guasa a la que se apela para rebajar tensiones. Sin caer en frivolidades, ¿sería esto posible en una disparatada novela o serie de Netflix? Imaginemos que un autor recrease un contexto hasta ahora desconocido, más allá de las puntuales quedadas entre radicales para pegarse con ciertos códigos de honor que nos dejan perplejos. ¿Y si llegaran a la balacera y al lanzamiento de misiles entre ellos?

Esto mismo, nada distópico y sí real, ocurrió en Belgrado, en el 'Derbi Eterno' entre el Partizán y el Estrella Roja. Los ultras blanquinegros del Partizán (los llamados 'Grobari') consiguieron introducir un lanzamisiles en el estadio y llegaron a lanzar un proyectil contra sus odiados 'Delije' (ultras del Estrella Roja). De hecho, un 'delije' murió asesinado. Ocurrió en un partido de 1999, justo el año en el que la OTAN bombardeó Belgrado con dudosa legalidad para poner fin por las bravas a la guerra de Kosovo. No sólo en fútbol, también en baloncesto sus derbis balcánicos se cuentan muchas veces por severos altercados, donde no falta el 'tradicional' lanzamiento de objetos al parqué cuando saltan a la cancha los jugadores rivales.

Alguien dirá que uno está dando ideas, como le ocurrió al escritor Juan Bonilla al escribir 'Nadie conoce a nadie' y luego vinieron los famosos acontecimientos de la Madrugá del pánico del 21 de abril de 2000 en Semana Santa. El autor proclamó su inocencia cuando realidad y ficción ya habían hecho uno de sus recurrentes hermanamientos. Por ahora, la guerra de los tifos en el derbi sevillano no apela a la violencia ni a ninguna guerra con misiles de por medio al modo belgradense. Pero ¿y si…? Quita, quita.