El héroe Menotti, el antihéroe Bilardo

O tempora o goles

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
06/05/2024

De vez en cuando la vida te echa encima su palada de tiempo. Y lo hace sin que nos hayamos puesto una crema repelente para estos casos en los que envejecemos de golpe. Iba uno a hablar de los ascensos a la máxima categoría en Inglaterra e Italia de los históricos Ipswich Town y Parma, por lo que ambos tienen de cedazo y melancolía. Pero ayer, ya de atardecida (la mejor hora para un buen obituario), se supo de la muerte en Buenos Aires, a los 85 años, del argentino César Luis Menotti, el 'Flaco' rosarino, y, sin duda, figura indispensable del fútbol de ayer y, por ende, del mundo de ayer. 

Menotti tenía 39 años cuando ganó con Argentina el Mundial de 1978 en aquella final contra la Holanda de los hermanos Van der Kerkhof. A mis ocho años, la recuerdo con nitidez a través de aquella tele marca Telefunken Phalcolor. Fue la final del centauro Kempes y del trajeado Menotti; la final también del confeti, los rollos de papel y las banderas albicelestes en el Monumental de River, a poca distancia, como tantas veces se ha contado, de la Escuela Mecánica de la Armada, punto cero de la sala de torturas de la dictadura del general Jorge Rafael Videla. Menotti fue comunista, pero en versión fina y no poco atildada. La dictadura militar, tan futbolera, le dejó hacer y él se dejó hacer en aquella tesitura personal de luces y sombras. De físico era elegante, longilíneo y flacucho, de ahí el mote al argentino modo. Su melenita de trujamán medieval y su labia florida corroboraron para lo estético su idea del fútbol ofensivo, de toque, en el que la belleza y el destello inteligente debía prevalecer frente a la fuerza bruta y lo inhóspito y loco de correr sin criterio. Aún así, fue un entusiasta del fútbol competitivo a partir del llamado fútbol de la calle

Fueron legión quienes cayeron rendidos por su prosodia. Menotti, nicotina en mano (fumó más de 50 cigarrillos al día), ejercía de filósofo, gurú y esteta en chándal, pero sin perder ni un ápice de galanura natural. Era mitad sofista y mitad rapsódico, entre la prosa poética y el aforismo, lo que le hacía ser denostado por la otra legión del pueblo contrario a su idea de fútbol culto. Es aquí donde Argentina vivió su otro gran cisma, más allá del foso abierto entre  dictadura y democracia. El Menotti vs Bilardo trascendió el fútbol y se incardinó en la vida argentina. Esto es, el 'menottismo' sapiente pero romántico, y el 'bilardismo', vinculado al fútbol como víscera, pasión maniática y resultadismo hasta la muerte. Hasta el más yogurín aspirante a entrenador sabrá ya que ambos se odiaron y que sus dos escuelas antagónicas crearon su propia guerra civil, dentro y fuera de los banquillos de la Argentina. Menotti, gran hincha de Rosario Central (aunque llegó a entrenar a su enemigo Newell's), pasó por España en los 80 para entrenar al FC Barcelona de Maradona y Schuster y al Atlético de Madrid de Paulo Futre

Nadie con memoria viva en el Sevilla FC podrá olvidar los años en los que el 'Doctor' y narigudo Carlos Salvador Bilardo recaló en Nervión (la prensa deportiva de antaño aún guarda anécdotas que siguen destellando como perlas). Aquí se acuñó el célebre 'Písalo', filosofía salvaje y bella a su modo, que ha trascendido el estar en el mundo más allá de la 'balonosfera' del fútbol. Da pudor explicar la doctrina del 'Písalo' y lo que es el bilardismo como 'way of life' a quienes no lo vivieron en aquel Sevilla noventero, donde Bilardo y Maradona, en la temporada 1992-93, formaron su propio binomio de amor y odio, con la Giralda prodigando su dividido y maternal amor por ambos. 

Con Menotti la izquierda política de salón cayó rendida ante su fórmula. Bilardo decía de él que era como un rabanito, "rojo por fuera y blanco por dentro", criticándole su doble condición: sibarita de estómago complacido y comunista de etiqueta. Ambos compartieron año de nacimiento, 1938. Y ambos entrenaron a Argentina dos Mundiales seguidos. Menotti alzó la copa de oro en 1978, pero fracasó en España 82 con la guerra de las Malvinas como herido paisaje de fondo. El contraestilo de Bilardo condujo a Argentina a ganar el Mundial en México 86, el de la Mano de Dios, y a llegar a la final contra Alemania en Italia 90. 

¿Menotti o Bilardo? Héroe y antihéroe. Lo apolíneo y lo dionisiaco. Tesis y antítesis. Pura dicotomía, en fin. A veces, a los que nos abonamos al centro nos viene bien nuestra condición de paliduchos no definidos. Nos gusta el uno y el otro. Y la memoria personal bebe de sus dos fuentes. Dijo Menotti que de jugador se parecía a Juan Román Riquelme. La excentricidad con su derrape maniático no sólo pertenecía al bilardismo. De Ángel Di María llegó a decir el 'Flaco' que formaba parte de los grandes del fútbol argentino y mundial, igual que la estatuaria dedicada a Maradona y Messi. Quiere uno a Menotti y al 'menottismo' por cómo lucía su terno y su corbata de fantasía estampada en aquella final de 1978 sobre la hierba patatera del Monumental. Pero también lo quiere uno por lo que tuvo de excéntrico por encima del diletante. Incluso le perdonamos su pérdida de orina cuando dijo que "Guardiola era el Che Guevara del fútbol". Nos hizo mourinhistas por al menos un día. Meses atrás, de Javier Milei dijo poco menos que era la carnalidad del espanto y el triunfo satánico de la mediocridad. El presidente aludido, bilardista impenitente, ha elogiado no obstante a su cantor, de quien sería estúpido, según añadió, no reconocer su contribución al fútbol argentino como escuela y, no se olvide nunca, como constructo para el éxito del balompié nacional (tras sus éxitos como entrenador de Huracán, Menotti puso orden en la locura de las estructuras del fútbol argentino para hacerlo campeón del mundo en el 78). 

De algún modo, apreciar a Menotti es querer también a su opuesto. No elegir es también una elección comprometida. Ni cara ni cruz. Nos quedamos con la moneda de canto. Bilardo lleva años atravesando el bosque oscuro y enmarañado del llamado síndrome de Hakim Adams, enfermedad neurodegenerativa. Seguidor de su escuela, Jorge Valdano ha recordado a Menotti como el  "don Quijote de la cancha" que fue. Lo ha hecho en un espléndido obituario que nos hace olvidar las peores horas almibaradas del valdanismo. Descanse en paz el 'Flaco'.