Quique no, pero sí

Antonio Félix
Antonio Félix
08/05/2024

La salvación del Sevilla tiene varios nombres. Isaac Romero, Youssef en-Nesyri, Sergio Ramos, incluso el antaño foco de chistes Orjan Nyland comparten el protagonismo en tertulias de todo pelaje donde se discute al principal protagonista de que el equipo no se haya ido a Segunda. Pero, indiscutiblemente, por encima de todos ellos hay otro nombre: el de Quique Sánchez Flores. El señor que los pone. E, incluso, estirando el hilo argumental, deberíamos reconocer el mérito de don Víctor Orta. Al César lo que es del César… si es que fue el criterio de este César el que más pesó para elegir a Quique.

Las cosas del fútbol, sin embargo, dan para que la continuidad de Quique esté en pleno tenguerengue. A estas alturas, de hecho, se le da más fuera que dentro del club. Y no sin razón. Pues el fútbol que practica su Sevilla es, sencillamente, deplorable. No hay estómago que aguante semejante bodrio, semana tras semana, siempre a la hora, sin apenas tregua. Es difícil pensar, además, que dadas las circunstancias deportivas, sociales y económicas, el entrenador vaya a contar con un ambiente más sano y una mejor plantilla para jugar alegre la próxima temporada. Un añito entero así como termina éste es, desde luego, para pensárselo.

A Quique, además, le pesa Mendilibar. Lo que sucedió con un entrenador en el que no confiaba el director deportivo, y al que se cargó sin mayor miramiento y, tal vez, con demasiada precipitación. Al respecto conviene puntualizar dos cosas. La primera es que Quique no es Mendilibar, el currículo de uno no es el del otro. Con todo el respeto hacia el gran señor de Zaldíbar, de quien celebramos sus proezas europeas al frente del Olympiakos, Quique está en otro nivel. Bajo ningún concepto sería comprensible que el club le diera la patada en diez jornadas. Eso no es de recibo.

La segunda cuestión es la esencial para respondernos en todo este embrollo, y como en el caso de su antecesor, revela el acierto o no de la decisión que se ha de tomar. El tema, en fin, no es tanto echar a Quique, como en su día no lo fue echar a Mendilibar; sino echarlo para traer a quién. Es decir, en las condiciones que va a estar el Sevilla el próximo año, más de campo de batalla que de verbena y cohetes, qué otro entrenador garantiza serenidad, seguridad y competencia. Entiendo que aún hay tiempo para dar nombres. Seré todo oídos porque, de momento, yo no he escuchado a ninguno mejor.