Otra derrota, la decimoctava, para cerrar un campeonato infausto. Valladolid contempló el enésimo ejercicio de apatía de un Betis que termina la Liga en la decimoquinta plaza, con 41 puntos que muchos años han significado el descenso. Mañana, hoy mismo, debe empezar la remodelación de la mano de un Manuel Pellegrini que, visto lo visto, se hace cargo de un erial: eso es un club de tesorería temblona con una plantilla aburguesada que cobra muy por encima de su valor real y una dirigencia amateur, desquiciada y desquiciante. Suerte al Ingeniero, la va a necesitar.
Era poco más que un bolo y en los últimos veranos hemos desconsiderado el valor balompédico de un partido celebrado bajo la canícula de la Novena de Santiago Apóstol. Treinta y cinco grados hacía en el Nuevo Zorrilla a las 18:30, hora del comienzo intempestiva aunque nada se jugase, excepto los euros y la honrilla dimanados de la nada gloriosa pelea por las plaza decimotercera y siguientes frente al Eibar y, justamente, el Valladolid. Era pues, en esta ocasión, más el estadio pucelano el de la Insolación que el de la Pulmonía y eso se notó en el ritmo cansino al que jugaron los dos equipos, lo que favoreció a los atacantes y agradecieron los espectadores.
Se sucedieron las ocasiones en la primera parte porque los esfuerzos defensivos eran casi fingidos, carreras más amagadas que dadas, y así estaban expeditos los caminos a las dos áreas, para solaz del local Sandro y del visitante Tello que chutaron fuera por poco en los primeros minutos desde posiciones favorables. Poco después, Fekir soltó un latigazo desde la media distancia al que respondió bien José Antonio Caro, portero onubense formado en el Sevilla al que ya no gusta que llamen Churripi. El fantasioso francés estaba a gusto –una pena que su compatriota Ben Arfa no participase en el duelo de talentosos magrebíes de la cantera lionesa– porque los marcajes eran aproximativos, pero ni así: muchas intentonas al limbo y un par de penaltis reclamados sin razón.
Pese a las bajas, tenía una pinta razonable la alineación de Alexis excepto por la (obligatoria) medida de emergencia de poner de lateral izquierdo a Emerson, que percute por un costado con el mismo entusiasmo que por el otro, y un doble pivote Canales-Aleñá sin ninguna aptitud destructora. Precisamente una pérdida evitable del catalán, contra toda tentación de prolongar su cesión que pudiera haber, propició un contragolpe en el que cinco futbolistas blanquivioletas atacaban contra el santanderino y Tello, que pasaba por allí. Ayunos los zagueros de ocasión de conceptos defensivos, permitieron sin oposición la apertura de Sandro el centro de Alcaraz y el remate de Guardiola.
La segunda mitad deparó el enésimo episodio del show de Marc Bartra, ese recital de blandenguería defensiva perpetrado durante toda la temporada y que ha degradado a sargento chusquero al otrora conocido como “Emperador”. Óscar Plano maniobró en el área como si lo marcase un cadete y batió de tiro cruzado a Dani Martín. A partir del 2-0, con Borja Iglesias y Lainez incrementando el elenco atacante bético, se planteaba un correcalles que era más bien una amenaza de goleada que no se sustanció porque la única voluntad reinante en la capital de Castilla era irse de vacaciones.
Real Valladolid (2): José Antonio Caro, Antoñito, Javi Moyano, Javi Sánchez (Fede San Emeterio, minuto 46), Nacho, Óscar Plano, Rubén Alcaraz, Míchel, Waldo (Pablo Hervías, minuto 76), Sandro (Unal, minuto 62) y Sergi Guardiola (Matheus, minuto 89).
Real Betis (0): Dani Martín, Barragán, Bartra, Sidnei, Emerson, Aleñá (Borja iglesias, minuto 65), Canales, Joaquín (Lainez, minuto 71), Fekir, Loren y Tello (Javi García, minuto 76).
Goles: 1-0, minuto 45+: Sergi Guardiola. 2-0: minuto 63: Óscar Plano.
Árbitro: Jaime Latre, aragonés. Amarillas para Bartra, Fekir, Óscar Plano y Javi Moyano.
Fue lo único que alumbró en un tristísimo final de Liga.
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