Petrovic, Agostinho y Dabbur, como Hannibal Mejbri, fichajes que no gozaban del favor de su entrenador

José Antonio Jiménez
José Antonio Jiménez
26/02/2024

Entre el sevillismo hay expectación por ver a Hannibal Mejdri. Sin embargo, ese deseo es hasta el momento inversamente proporcional a la confianza que tiene Quique Sánchez Flores en el jugador que llegara en el pasado mercado de invierno procedente del Manchester United. Hasta la fecha, el madrileño apenas le dio minutos ante el Girona, el Rayo Vallecano y el Valencia (37 en total). Escaso margen para ver el nivel de un prometedor futbolista que, visto lo visto, no aprovecha los entrenamientos para saciar los deseos de la parroquia blanca. Ante el Real Madrid, con la obligación de marcar, el madrileño pensó que mejor apostar por Januzaj que por Idumbo o el mencionado Mejbri. 

Echando la vista atrás, hay ciertos paralelismos entre la situación del franco-tunecino y la de otros fichajes que el sevillismo quería ver, pero que se topaban con la incomprensión del entrenador de turno. Fueron los casos de Petrovic, Agostinho y, más recientemente, Dabbur.

El primero llegó al Sevilla en 1991. Junto al inolvidable Davor Suker. Un jugador que dejó para el recuerdo un golazo al Burgos y su posterior celebración con los Biris. Sin embargo, nada más aterrizar en la capital hispalense, supo que no era del gusto de Víctor Espárrago (el charrúa no lo escondía). Ni el balcánico, que públicamente aseguraba que su entrenador era el único responsable de su situación. Al final, apenas once partidos de Liga (quince en total al final de la 91/92) sumó un futbolista que posteriormente hizo carrera en Holanda y que incluso llegó a defender bastante bien la elástica del PSV.

Distinto fue la historia vivida por Agostinho en Nervión. El extremo luso, en el ecuador de la 95/96, desembarcaba en calidad de cedido como parte de la cantidad que el Real Madrid tenía que abonar para hacerse con los servicios de Suker (vino de la mano de Petkovic). Con apenas 20 años y el único aval de su trayectoria en el Castilla. Poco para tener minutos en un equipo que peleaba por no bajar y que tenía en el banco al mismo entrenador que no confiaba en Petrovic (Víctor Espárrago). Resultaba entendible que el uruguayo no apostara por una joven promesa con tanto en juego. Y que ni siquiera le hiciera debutar. Una decisión que impidió que demostrara todo lo que luego hizo en Las Palmas y el Málaga. Incluso brevemente en el PSG. Posiblemente, en un Sevilla mejor clasificado si hubiera tenido cabida la endiablaba zurda del portugués.

Por último, toca acordarnos de Dabbur. Un delantero que no jugaba, simplemente, porque Lopetegui pensaba que para su manera de entender el fútbol era mejor contar con las prestaciones de De Jong. El israelí, un fichaje de Joaquín Caparrós antes de la vuelta de Monchi de la Roma, apenas gozó de oportunidades en la fase de grupos de la Europa League de la histórica 19/20 (hizo tres goles en dicha competición). Cuando parecía que el sevillismo podría ver en acción a un atacante que consideraba mejor que Chicharito y el mencionado De Jong, un balón al palo ante Osasuna se convirtió en su particular canto del cisne en una entidad que lo mandaría al Hoffenheim en enero de 2020. Donde no ha vuelto a ser el atacante goleador que en el Salzburgo mandaba al banquillo a un tal Haaland…



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