Ramos y Navas

Antonio Félix
Antonio Félix
17/04/2024

Ahora que el Sevilla casi ha amarrado la salvación, y subrayemos el casi, va siendo hora de meterle mano a la próxima plantilla, tarea cuya complejidad y peligros no desmerecerían a los trabajos de Hércules, y que el club parece que pondrá en manos de Víctor Orta, con toda la temblequera que ello conlleva. Orta y Hércules, pues como que no, pero veremos.

La faena es gorda, ciertamente abrumadora. Hay que tomar una decisión con el entrenador, que parece que pasará por despachar a Quique a pesar de sus brillantes números y con motivo de su indigesto fútbol. Qué opina Orta de Flores es algo que todavía nos está velado, pero que, al fin, tiene la importancia que tiene, dadas las tragaderas del elemento. Este mismo año ya aceptó la continuidad de Mendilibar a pesar de su notorio desacuerdo y la incorporación de Quique por delante de otras opciones más suyas. Por en medio sí que tuvo autoridad para traer a Diego Alonso. Es normal, pues, que la directiva le ate en corto con el banquillo.

Ningún otro episodio, en cualquier caso, evidenció la sumisión de Orta como el fichaje de Sergio Ramos, en el que su parecer cambió en apenas unas horas de la noche al día, haciendo honor a aquel legendario aforismo de Groucho: Si no le gustan mis principios, tengo otros. Entre las tareas principales, más seguramente por lo mediáticas que por lo esenciales, que han de acometer Orta y el Sevilla están las renovaciones de Ramos y Jesús Navas, los dos mejores jugadores que ha dado la cantera de Nervión. Casi nada al aparato. Dos casos que requerirán de una sutileza enorme para afrontarlos, y que, contrariamente al sentir general, nada tienen que ver el uno con el otro. Son dos leyendas, sí, pero no merecen igual trato.

No parece que vaya a haber problema con Navas, y de hecho sería un pecado capital que lo hubiera. Tal vez no exista un jugador al que el Sevilla deba más en su historia. El club, en tal sentido, está obligado a ser generoso, lo cual con Jesús ni siquiera parece hacer falta. Ya juega por el mínimo que se despacha, y no parece que eso vaya a variar en el caso de que el capitán decida continuar, algo que está todavía por ver. A sus 38 años sufre un auténtico calvario con una lesión crónica que le hace dudar, y a pesar de la cual está en la rampa de la Selección para la Eurocopa de este verano. Alucinante. Sería un final de fábula para un fuera de serie. En su derecho está decidir si quiere continuar en un Sevilla que, eso sí, debería considerarlo ya, dolorosamente, un jugador de apoyo. Si milagrosamente Navas pudiera jugar con regularidad sería, sin discusión, de nuevo el amo de la banda derecha. Pero es quimérico confiar en que eso suceda. El tiempo duele, qué se le va a hacer.

Más peliagudo parece encontrarle el sitio a Ramos. No porque no lo merezca, sino por todo lo contrario. Si la relación de Navas con el Sevilla se ha caracterizado siempre por su amabilidad, con la de Sergio se puede decir lo contrario. Por razones que están ya muy trilladas, la controversia ha existido siempre, y no parece que ahora vaya a haber una excepción. Entre la gente, comienza a cundir un runrún de mosqueo porque el defensa, al revés que el otro ídolo, va a apretar al maltrecho club con su contrato del curso que viene. La situación es fea, pero no injusta. Porque Ramos no es Navas. Pese a un rendimiento discreto, irregular, con demasiados picos y fallas, Ramos termina como el indiscutible defensa titular del equipo. El pilar atrás. Y, como tal, es ridículo que cobre una cuarta parte de lo que se lleva, por ejemplo, Nianzou. Pensar que el dinero no tendría que ser ya un problema en la vida de Ramos y que debería tener otra consideración con el Sevilla es esencialmente hipócrita. El club no debería caer en semejante demagogia, y establecer una negociación en términos estrictos de necesidad. Sería absurdo que en una plantilla con Mariano, Mir y Marcao, el gran problema vaya a volver a ser Sergio Ramos.