muchodeporte.com : Lucas Haurie

La injusta caricatura

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
19/05/2017

Una virtud de Jorge Sampaoli: la coherencia. No se puede decir que el casi exentrenador del Sevilla sorprenda con sus actitudes, pues llegó al Sánchez Pizjuán incumpliendo lo firmado con el Granada y se marchará a Argentina incumpliendo lo firmado, tratando en ambas ocasiones de que su empleador futuro corra con los gastos que genera la futilidad de su palabra. Pepe Castro tuvo que aflojarle unos cientos de miles de euros a Jiang Lizhang y ahora cobrará casi dos millones de la AFA. ¿No escucho y sigo? Será más bien “no cumplo y me piro”. El testamento humano que deja el entrenador que, en vano, ha perseguido los logros de Manolo Jiménez (finalista de Copa, campeón de grupo en Champions y tercero en la Liga) es por completo deplorable, casi tanto como anodino ha sido el fútbol de su equipo. Un trapo de tío.

La llamada de Argentina, o sea, le tocó el corazón tanto ahora como el agosto, con la diferencia de que entonces la cantidad indemnizatoria era mayor; tampoco habría seguido en el Sevilla de haber persistido el Barcelona en su interés, aunque por suerte para ellos se cayeron enseguida del guindo. Pero todo esto es normal: en el fútbol de élite, incluso quienes se proclaman hombres de izquierdas incorruptibles al capital, la inmensa mayoría de los actores cambia de trabajo cuando se le ofrece un céntimo más que en el anterior. Lo que en Sampaoli ha decepcionado ha sido su compromiso firme con la mentira. Qué embustero es el tipo, santo cielo.

Este servidor de ustedes es un gran amante de Argentina, adonde viaja con cierta frecuencia. De su paisaje, de su cultura, en los sentidos estricto y amplio, y de su paisanaje. Arrostran los argentinos el lastre de un tópico casi tan pesado como el que castiga a los andaluces no más asomamos la nariz más allá de Sierra Morena. Ellos engañan, o sea, con la facilidad con la que nosotros montamos una juerga. Habrá un fondo de justificativo, como en cualquier lugar común, pero como generalización resulta injusta y dolorosa. Hasta que llega un Sampaoli de la vida, una hipérbole de la caricatura del sudaca (en este punto, aparecerá media docena de tontos del tuiter para tildarme de racista) estafador que se pintaba en los ochenta. Si Sampaoli dice “buenos días”, pueden estar seguros de que son por lo menos las seis de la tarde; si Sampaoli sale con paraguas, hace un día que ni en julio en el Sahara. No son hipótesis. Aseguró un lunes que “Konoplyanka lanzará los penales siempre que esté en la cancha” y ese miércoles, tiró un penalti Iborra (y lo falló) con Konoplyanka en el césped. ¿Y si Sampaoli jura que no ha negociado a espaldas del club? Pues eso.

La estancia de Jorge Sampaoli en España podría equipararse con la de un ingeniero andaluz en la NASA, pongamos por caso, que el primer día se pusiese a bailar por bulerías en medio de una reunión y que se ausentase del lanzamiento de un satélite desde Cabo Kennedy para dormir la mona de la noche anterior. Sería una calamidad para él y para los suyos. Un entrenador argentino maleducado (dos expulsiones en Champions), con una metodología trasnochada, poco cuidadoso con las relaciones públicas, chovinista hasta la linde de la xenofobia, obsesionado con el dinero, impulsor de extrañas operaciones de fichajes, con un ejército de enchufados chupando del bote y convencido, el pecado capital de la soberbia, de que todo el mundo es tonto menos él y sus amigotes, es una catástrofe para cuantos técnicos sudamericanos competentes quieran seguir la estela dejada por los Bilardo, Simeone, Tabárez, Pellegrini, Pochettino, Pellegrino… unos con más suerte que otros.


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