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Informe Cantinflas

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
27/01/2022

El derbi sevillano en los octavos de final de la Copa que se prolongó veinte horas por la agresión a Joan Jordán, un hecho ya de por sí deplorable, ha degenerado en un bochorno sin fin. Desde la misma noche de autos, el club verdiblanco se entregó a la teoría de que aquello no habría sido para tanto de no haber mediado el empeño sus rivales, la víctima y Julen Lopetegui sobre todo, por agrandar el suceso con un rigodón mentiroso tendente a provocar la suspensión del partido. No es descabellado, claro que no, aunque se trata de acusaciones difícilmente demostrables.

En su empeño, sin embargo, ha pagado (¡¡!!) por un informe pericial que, desde el momento mismo de su filtración, luce en las antologías de la literatura humorística en lengua española. Del vídeo, grabado con la conocida como “cámara táctica”, sobre el que el Betis sustentó su pliego de descargos ante los diferentes jueces o comités tuvimos noticia enseguida. Noticia cercana porque los comerciales de “Amon Jito Productions”, en su afán por ganar la batalla de la opinión pública, trataron de colocarlo hasta en medios vetados como éste. Nadie les compró la borrica, pese a que era gratis, y lo reforzaron con el mencionado opúsculo que, a la vista de las resoluciones, poca mella hizo en el ánimo de Competición y Antiviolencia.

El tocho (o truño) es una hilarante sucesión de “palabros” de veintitantos folios que, mediante una vanguardista tecnología multidisciplinar, demuestra... lo que toda España había visto durante la retransmisión televisiva, en abierto, del partido: que Joan Jordán es alcanzado por un objeto, cae, se levanta hecho una furia, discute con dos rivales, deambula un rato por el césped, habla con su entrenador y se sienta a instancias de éste. ¿Por qué lo manda Lopetegui al suelo? Porque es lo que hay que hacer con alguien que ha sufrido un traumatismo craneoencefálico y tal fue el diagnóstico del centrocampista no del médico del Sevilla, sino de un facultativo que lo evaluó en un hospital.

Otra cosa es que en el Betis existan dudas –legítimas– sobre la veracidad de ese parte, lo que debería motivar una inmediata denuncia del firmante ante el Colegio de Médicos y en un Juzgado de Guardia, por tratarse de un delito penal. Si así no fuera, que no va a ser, resultará que estamos ante una maniobra –legítima también– del club para intentar atenuar el duro castigo de dos encuentros de clausura del Benito Villamarín que le ha impuesto el Comité de Competición. Los autores del informe son unos genios, desde luego, y créanme que aquí les hablo con conocimiento de causa porque conozco el mercado: uno apenas junta magra soldada por escribir día y noche, cual grafómano desquiciado, pero a estos listos les atizan unos cuantos miles de euros por su basta imitación de los guiones ininteligibles de un Cantinflas o un Groucho Marx en trance de escasa inspiración. Consideración muy distinta merece el sandio que ha convencido a Ángel Haro a encargar semejante bodrio y soltar una pasta por él.


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