El mago y los tacañones

La tregua

Lucas Haurie 25/06/2022

Julio asoma a la vuelta de la esquina sin que el Real Betis tenga pinta de cerrar ninguno de los traspasos que su vicepresidente, el fiel Catalanza, anunciaba como obligatorios al término de la Liga. Puede, así, cundir la sensación de que las cuestiones económicas son baladíes en este mundillo porque será verdad que vale más tener contento al entrenador que al director financiero, de acuerdo, pero hasta cierto punto. El tren de la bancarrota, como el de la justicia, acaba atropellando al incauto por lejos que crea oírlo chiflar y ahí tienen para demostrarlo el drama de los miles de trabajadores de Abengoa, una compañía mucho más robusta y exitosa que los dos clubes sevillanos juntos.  

Los propietarios actuales del Betis, con amplia experiencia en altibajos empresariales, son conscientes de la situación e intentan paliarla sin que se les note la carita de susto. Hacen bien, porque la mar balompédica está infestada de tiburones dispuestos a rematar al primer pececillo que muestre debilidad y, casi a la fuerza, apostaron por no malvender para completar dos campañas meritorias en Liga nimbadas, nada menos, con un título de Copa. ¿Se puede pedir más? Pues sí, en concreto un poco más de rigor para no comprometer la viabilidad a medio plazo de la compañía. En eso anda Don Haruel mientras Pellegrini, como es su obligación, lo mira de reojo.

Con su excepcional desempeño, el entrenador se ha convertido en la referencia absoluta del club y resulta lógico que, en la habitual tensión con la dirigencia, el chileno haya arrancado una mejora salarial justo cuando peor pintan las cuentas. Al aficionado le importa un ardite todo esto y bien que hace, aunque le convenga irse enterando de por qué suben los precios de los carnés o resignarse a ver cómo futbolistas apetecibles y locos por venir (Cho, ¿Bellerín?) terminan en otra parte. Básicamente, para saber por quién tomar partido cuando surja una controversia. La tentación será alinearse con el exitoso técnico; lo prudente sería entender a los “tacañones” del palco.