Un Sevilla sin cabeza
La tregua
Lucas Haurie 04/10/2022 |
Con mayor elocuencia que esa metáfora del “pato cojo” que emplean los estadounidenses para designar al presidente en las últimas semanas de su mandato, y no estamos señalando a Utrera sino a Washington DC, podría considerarse que Julen Lopetegui será contra el Borussia Dortmund uno de esos cefalóforos, como San Lamberto de Zaragoza o San Dionisio de París (el Saint Denis que alberga al Stade de France), que camina por el área técnica con su propia cabeza en la mano. “Como pollo sin cabeza”, se suele decir de alguien cuando corre sin rumbo ni propósito, y así se comporta el Sevilla desde hace muchos meses: dirigentes, técnicos, futbolistas… un espectáculo grotesco que contempla el hincha con más perplejidad que enfado.
Descabezado, en suma, se muestra un club bicéfalo en la cúspide de su organigrama, donde a Pepe Castro lo zarandea el descontento de la grada y José María del Nido Carrasco no termina de encabezar la sucesión. El antecesor de ambos, en el cargo y en el árbol genealógico, perdió literalmente la chorla durante su odisea personal: desquiciado Ulises atado al mástil de sus recuerdos. La cabeza pensante del Sevilla fue siempre Monchi, que ahora cabecea desesperado cuando las cámaras lo enfocan y que no ha tenido mejor ocurrencia que recurrir a Jorge Sampaoli, cuya catadura moral luce a la altura de la frondosidad de su cabellera. Por cabezonería, quizá, no admite que se habría ahorrado muchos problemas con un verano de decisiones audaces, modificando el plantel de arriba abajo o de… pies a cabeza.
Existe un adjetivo para definir la espiral decadente sobre la que se desliza el Sevilla desde que acabó la temporada pasada: “loperiano”. Aunque no figura en el DRAE, todo el mundo lo comprende, ¿verdad? Dos veces mandó al Betis a Segunda un dirigente que también alcanzó altísimos picos de rendimiento, así que nadie piense que estos zarandeos del prestigio a medio camino entre el surrealismo y la podredumbre salen gratis. Los mandarines de un club se pueden equivocar, por supuesto, pero no tienen derecho a perderle el respeto a la institución ni a arrastrarla por lodazales cortijeros. Quienes han gobernado el Sevilla en el último cuarto de siglo, accionistas y profesionales, lo han llevado a cimas jamás soñadas. Por favor, no lo estropeen. Van camino de ello.
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