Pitos de hoy, vítores de mañana
La tregua
Lucas Haurie 05/03/2023 |
Dani Ceballos es un futbolista profesional de Utrera que pasó por la cantera del Sevilla, ascendió a Primera con el Betis y dejó, tras un puñado de actuaciones memorables, ricos euros en la caja de caudales del Benito Villamarín. Uno ignora cuál era el equipo de sus amores cuando era niño, puede que bético como su ilustre paisano José Antonio Reyes, ídolo luego del sevillismo. O puede que no, porque los escalafones inferiores de todos los clubes están plagados de aspirantes a futbolistas que lucen el escudo “equivocado”. El caso es que, tonterías de las redes sociales aparte, no creo que el bético de bien tenga motivo alguno para abroncar al utrerano, que siempre mostró un enorme respeto por la que fuera su casa.
Es posible que muchos de los que silbaron se dejasen llevar por el fragor de un partido tenso en el que ambos contendientes se jugaban puntos capitales. En el momento en que saltó al césped, Dani Ceballos ya no era el recuerdo de aquel chaval que celebró un gol en Lugo aporreando el césped empapado, sino la amenaza de un futbolista internacional cuajado que te forma un lío a la que te descuides. Hasta mitos como Del Sol y Gordillo, cuando vinieron con la camiseta merengue, merecieron durante noventa minutos el trato desabrido que se dispensa a los rivales peligrosos. Sette Pulmoni marcó en su primera visita (0-5) y el Vendaval del Polígono le marcó tres goles a "su” Betis, todos en el Bernabéu, y participó en un humillante 2-6.
Quizás, también, un sector de la hinchada ande molesta porque últimamente Ceballos se postula como aspirante a la renovación en Madrid que al regreso a Sevilla. ¿Quién lo culparía? A sus 26 años, parece que ha alcanzado un grado de maduración óptimo para, al fin, rendir en un monumento del fútbol mundial conforme al talento que atesora. Le ha costado un lustro hacerse el hueco que ahora le brinda Ancelotti y, claro, sus protestas públicas de beticismo no son tan frecuentes como antaño. Los futbolistas siguen teniendo una vida profesional corta, aunque ya no tanto. Queda un decenio plagado de oportunidades, en cada ventana de mercado, para que el Betis y el jugador puedan reencontrarse. Cuando eso suceda, si sucede, los que hoy le pitaban de forma más recalcitrante serán los que más fuerte lo vitoreen. El fútbol y la vida son así.
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