No hay que albergar nada
La tregua
Lucas Haurie 07/05/2023 |
Aunque la victoria del Real Madrid en la final de la Copa del Rey beneficia a los equipos de aquí –de forma evidente al Betis y ya veremos si al Sevilla–, no ha adquirido uno aún la mentalidad de vasallo que lo haga alegrarse por el triunfo del grande sobre el chico, ese Osasuna rocoso que ha ahormado Jagoba Arrasate y que eliminó en su camino a La Cartuja a los verdes y a los rojos. Las emociones son insobornables y no es posible, por encima de conveniencias coyunturales, sustraerse al deseo de que el pedrusco que sale de la onda de David le averíe el entrecejo al arrogante Goliat. No pudo ser, como casi nunca.
Pero más allá de consideraciones deportivas, estas finales de Copa –lo mismo ocurrió con el Rangers-Eintracht de la pasada Europa League– devuelven la vigencia del aforismo enunciado por un maestro del periodismo, el camero Pepe Izquierdo, quien ya advirtió a finales del pasado siglo que “no hay que albergar nada”. Las autoridades, las municipales de un color y las autonómicas del otro, todo lo miden en términos de “impacto económico”, aunque el carácter volteriano nos mueva a ser escéptico sobre la fiabilidad de los datos que aportan. Y aunque fueran exactos, ¿merece la pena convertir la ciudad durante dos días en una peligrosa pocilga? Ítem más, ¿casa eso con la atinada política de intentar atraer a Sevilla turismo de alto poder adquisitivo?
El hincha futbolero en trance de disputar un partido importante, madridista o rojillo igual que alemán o escocés –hablen si no con los habitantes y la policía de cualquier ciudad europea cuando la visitan sevillistas o béticos–, monta jaleo, peleas en algunos casos y deja irremisiblemente sembrados de basura los parajes en los que campa. En este último punto no es distinto a la elite universitaria y a los píos cofrades, ojo, con el asquito que dan sus detritus, incluso corporales, recién celebradas sus fiestas de la primavera y sus procesiones. El caso es que la muchedumbre es guarra por definición y uno opina que la ‘Marca Sevilla’, tan cuidada, gana poco con estos eventos masivos.
Esta final de Copa, además, dejó una pequeña tormenta política por cuenta del cartel de apoyo a Osasuna que colocó, con firma bien visible, EH Bildu. El Ayuntamiento que rige –brillantemente– Antonio Muñoz quiso subirse al tren barato de la precampaña al culpar del desliz, un autogol en toda regla, a la pepera Junta de Andalucía. Poco elegante, pero la rudeza en época de berrea electoral se entiende, y algo peor todavía: un mayúsculo error por pertenecer el alcalde de Sevilla al mismo partido que gobierna la Comunidad Foral de Navarra en coyunda con… Eh Bildu. El techo de los mimitos a los herederos de ETA lo tiene el PSOE, que se los prodiga en todas las instituciones sin faltar siquiera el Congreso de los Diputados, de delicadísimo vidrio. Así que menos encampanarse por una valla.
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