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El filial y la cantera son dos cosas muy distintas

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
09/10/2017

Anda enarbolado un sector del sevillismo, de la rama más amarga, con la peripecia esta temporada de un Sevilla Atlético que escarba hacia la Segunda B, categoría a la que regresará si no media lo que un cronista clásico denominaría un “giro copernicano” de su quehacer. Uno, que jamás fue lo que se dice un amante de la cantera, opina que un filial no tiene negocio alguno que resolver en la Liga 1/2/3, como lo atestigua el hecho de que esta costumbre española es una anomalía entre los grandes campeonatos y lo prueba el escaso interés de Real Madrid y Barcelona por este asunto. Si de verdad fuese rentable, ¿alguien duda de que ambos armarían equipazos para tiranizar también la Segunda? El Sevilla Atlético logró un ascenso brillante, consiguió una permanencia brillante y ahora, debido al curso natural de las cosas, es muy probable que descienda. Lo lamentaría de verdad por Luis Tevenet, que es un fenómeno de tío.

El Sevilla podría haberse gastado unos millones en reforzar al filial, claro. ¿Para qué? El amor de los sevillistas a su segundo equipo lo marca la asistencia de público al último partido como local: 1.454 espectadores (dato auditado por la LFP) que son 1.454 héroes. La rentabilidad de la cantera no la marca, desde luego, la militancia del filial en Segunda. Pablo Blanco, todos en pie, me dijo en una ocasión que la persona más importante de los escalafones inferiores era el entrenador del primer equipo. Si éste no los pone... Los dos últimos entrenadores del Sevilla han considerado que los chicos del Sevilla Atlético no eran aptos para sus planes. Ojo, de un Sevilla Atlético de Segunda, cuyas promesas eran postergadas para gloria y lucimiento de Kranevitter o Vietto. Y la cuestión no consiste en esperar a que salga un fenómeno, porque éste se salta etapas. A Reyes (una temporada en el filial en Tercera), a Sergio Ramos (media docena de partidos en Segunda B), a Navas o a Sergio Rico les sobra el paso intermedio hacia la élite, a la que llegarían incluso desde torneos barriales.

Se define al filial, entonces, como el último equipo de formación de un club pero se lo obliga a competir en un campeonato extremadamente viciado y exigente, en el que para mantenerse es necesario un bloque de futbolistas de colmillo retorcido… que cierran el paso a los chavales. ¡Bonito círculo vicioso! El actual plantel del Sevilla Atlético cuenta con una docena de chicos que acumulan cuarenta partidos en Segunda… pero ninguno sirve para cumplir en el primer plantel el rol que desempeñan Montoya, Carole, Ganso o Geis, es decir, para entrenar con seriedad y cubrir el expediente en algunos partidos. Entonces, ¿dónde está el negocio? Tampoco a Marc Gual, quince goles en Segunda e internacional sub 21, se lo puede alinear veinte minutos un día en el que haya que asediar al rival con balones colgados ni servía Diego González como recambio de emergencia de los frágiles Carriço y Pareja.

A mí me encantan las comparaciones entre los dos clubes sevillanos, sobre todo por lo que tienen de provocadoras. Francis, Narváez y Fabián están teniendo muchos minutos de calidad en este buen Betis ahormado por Quique Setién. Proceden de un filial que militó la temporada pasada en Tercera. ¿De verdad es indispensable que el Sevilla Atlético esté en Segunda? Si los apresurados no le hallan otro punto flaco a don José, va a quedarse varios siglos de presidente…


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