Donde el campeón insaciable aprendió a ganar

La tregua

Lucas Haurie 23/03/2019

Cuando termine la temporada, Daniel Samuel Alves da Silva será un jovenzuelo de 36 años con más de una cuarentena de títulos en su palmarés de futbolista profesional. Más que ningún otro en la historia del balompié. Hace ya más de un decenio que se marchó del Sevilla, el club con el que aprendió a ganar el “serial winner” más eficaz de cuantos han hollado los terrenos de juego y bajo cuya disciplina levantó en quince meses sus primeros seis trofeos, cinco durante la razzia de Juande Ramos y una Copa América, la última que ha ganado Brasil gracias, entre otros detalles, a un gol suyo en la final frente a Argentina. En el Mundial 2014, de hecho, se produjeron dos hechos noticiosos antes de la suprema humillación del Mineirao (aquel 1-7 que le endosó Alemania a la anfitriona): la lesión de Neymar y le decisión del seleccionador de sacarlo del once.

En los prolegómenos del X Trofeo Antonio Puerta, a Dani Alves lo diferenciaban un par de detalles del resto de viejas glorias que había sobre el césped del Sánchez-Pizjuán: cantaba el himno del Arrebato a plenos pulmones y… ¡sigue en activo! Es miembro conspicuo de uno de los planteles más poderosos de Europa y su privilegiada genética (también su amor incondicional al fútbol) lo mantendrá en forma durante algunas temporadas más. ¿Alguna idea al respecto? En este Sevilla de los retornos, con Monchi al frente y Caparrós en el banquillo, por ahora, el bahiano podría recomponer junto a Jesús Navas la más fabulosa banda derecha jamás vista. Este club creció, en gran parte, gracias a la capacidad para pensar en grande; y pocos retos mayores para una dirección deportiva que atraer a uno de los mejores del mundo en su puesto. En la alta competición, hace mucho que se dejó de mirar la partida de nacimiento. No hay años, sólo rendimiento.